
Es ya el hombre más rico de la historia, pero también mucho más que eso. A sus credenciales como emprendedor, fundador de Tesla o Space X, dueño de la red social X y cerca de convertirse en director del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Donald Trump, suma ahora su capacidad de influir en estrategias clave de un gigante como la Unión Europea (UE). Especialmente, en lo que respecta a las políticas de seguridad del bloque y las relacionadas con la gestión de los datos y la información que llegan a sus millones de ciudadanos .
En el ámbito de la defensa, el casi ministro de Trump es ya un actor de relevancia en el sector espacial y la comunicación por satélite, y así lo reconoce un país europeo de tanto peso como Italia. El Ejecutivo de Giorgia Meloni negocia con el multimillonario de origen sudafricano para adquirir los servicios de seguridad de telecomunicaciones que ofrece a través Starlink de la empresa Space X. Si bien el Gobierno italiano ha negado que se haya cerrado ningún acuerdo, Bloomberg ha informado que sobre la mesa hay un contrato de cinco años que ya ha sido aprobado por los servicios de inteligencia italianos.
"Se trata de un acuerdo sin licitación para compra pública para proporcionar infraestructura por satélite a Italia. Le da poder para controlar la infraestructura o la criptografía. Es contrario a la soberanía tecnológica del porfolio de Virkunen en la Comisión Europea", subraya a elEconomista.es el experto el experto del think tank de estudios políticos europeos, CEPS, Andrea Renda. Ejemplo del riesgo que entraña tal movimiento es Ucrania. Y es que el dueño de X se negó a dar a Kiev acceso en Crimea a su servicio Starlink, a través el que se controlan los drones. Musk alegó que su objetivo era evitar ser cómplice de que el conflicto escalase.
El hombre en el que conviven fuertes intereses del sector privado y poder en el ámbito público, capitanea un imperio espacial y de comunicaciones por satélite con el que la UE no puede, todavía, competir. El club de los Veintisiete acumula un retraso de más de una década respecto a EEUU, evidencia el experto del CEPS. Si bien ha desplegado la constelación de satélites Iris 2, su desarrollo avanza con lentitud y está lejos de la infraestructura privada de Space X. La iniciativa comunitaria, que arrancaba el pasado diciembre, constará de 260 satélites en órbita y estará operativa en el arranque de 2030. Mientras tanto, el imperio de Musk cuenta ya 7.000 satélites en órbita y ofrece conectividad global.
La entrada de los servicios por satélite de Musk en contrataciones públicas implican riesgos, en paralelo, en el ámbito de la defensa, que depende de la tecnología espacial y la infraestructura por satélite. Mientras la UE arranca la legislatura tratando de coordinar sus políticas en materia de espacio y defensa, su patente retraso supone un riesgo ya que los Gobiernos podrían mirar a la infraestructura privada de Musk para modernizar sus economías. Los efectos se extienden a la cadena de valor de la fabricación de satélites, de la cual participan muchas industrias, incluida la del automóvil.
La penetración de Starlink es cada vez mayor en Europa. Por lo pronto, el dueño de X quiere echarle un pulso al dueño de Amazon, Jeff Bezos, por entrar en el internet en zonas rurales en España. Pero en otras zonas su posición se va consolidando. En Italia, Musk ya aglutina más de 40.000 consumidores. Su servicio, de fácil uso, ofrece conectividad en zonas rurales remotas a las que no llegan otros proveedores nacionales.
El Internet de las Cosas, con el que podrá ver la luz no solo la casa o el coche conectado sino también la industria conectada, dependerá directamente del despliegue de infraestructura por satélite. Lo que en sí mismo plantea múltiples cuestiones sobre la legitimidad de dejar en manos de un magnate estadounidense la recolección de datos de estilo de vida de los europeos o de los patrones de sus instalaciones productivas. "Cada país debe establecer sus normas para los proveedores de internet que evite que las compañías puedan hacer uso de los datos", matiza la experta del think tank Bruegel, Fiona Scott.
Esta coyuntura implica también un riesgo en términos de datos, criptografía y ciberseguridad. Supondría desviarse del propósito marcado para esta legislatura de alcanzar la soberanía tecnológica y ceder el control sobre la infraestructura de datos a empresas privadas que no son europeas. Si se considera, por otro lado, que Musk es fundador de la empresa de implantes que conectan cerebro y ordenador, Neurolink, la avalancha de posibilidades de uso de los datos se acerca, incluso, a la ciencia ficción.
De fondo, subyacen otros debates más teóricos que prácticos. Esta infraestructura espacial y de comunicación por satélite tiene un valor militar estratégico en el ámbito de defensa. Pero también en un sentido más civil, económico y social, amenazaría con poner patas arriba parte de la política industrial de la UE, de la propia idea de avanzar hacia la soberanía tecnológica, de reducir dependencias de un solo proveedor. En definitiva, comprometería el objetivo de impulsar la competitividad de la UE este mandato.
Europa, por su parte, es responsable de proteger los datos de los usuarios. Una de las alarmas saltaba el pasado verano a raíz de las denuncias presentadas por las autoridades irlandesas y varias organizaciones europeas contra la empresa de inteligencia artificial de Musk, xAI, a la que acusaban de utilizar los datos de la red social X para entrenar su modelo de aprendizaje generativo. Finalmente, el empresario optó por dar marcha atrás y cambiar en el modelo de configuración de datos de X en Europa.
La Comisión Europea ha abierto varios procedimientos de infracción contra la antigua Twitter por múltiples motivos: por incumplir la normativa comunitaria para mitigar los riesgos relacionados con el discurso cívico y los procesos electorales. Por la falta de transparencia y el acceso a los datos públicos o por engañar a los usuarios con su sistema de verificación de checks azules.
La compañía podría enfrentarse una multa del 6% de su facturación anual mundial e incluso ver suspendida su actividad si no sigue las pautas de Bruselas, aunque esta última opción es remota y no hay, todavía decisión alguna tomada. Lo que sí ha ratificado Bruselas es su preocupación y, por este motivo, incide en garantizar que la plataforma opera en los límites legales de la ley de Servicios Digitales (DSA) y la ley de Mercados Digitales (DMA).
Procesos electorales
La influencia de Musk recuerda, en cierto modo, al estilo de Berlusconi, cuyo imperio mediático precedió a su salto al Ejecutivo italiano. El estadounidense ha utilizado su influencia para reiterar sus apoyos a fuerzas ultras en múltiples ocasiones. El flirteo más reciente lo tuvo con la formación ultraderecha germana. "Solo AdF puede salvar a Alemania", dijo en una publicación la antigua Twitter. Agregó a su comentario, en una red social en la que aglutina más de 210 millones de seguidores, el calificativo de "tonto" e "incompetente" para el canciller alemán, Olaf Scholz. Todo ello a las puertas de las elecciones alemanas el próximo 23 de febrero.
La situación ha generado un revuelo a nivel comunitario. Los líderes de los países europeos y la propia Bruselas patalean ante la influencia del magnate estadounidense que, con unos mensajes cero sutiles, siembra la impotencia entre los altos cargos europeos. Ciertamente, la legislación comunitaria poco puede hacer para limitar las declaraciones del multimillonario que se amparan en su derecho a la libertad de expresión. No obstante, la normativa de Servicios Digitales podría abordar la funcionalidad de los algoritmos para promocionar y mostrar cierto tipo de contenidos a los usuarios, habitualmente más extremos, en detrimentos de otros.
Musk puede entrar de diferentes maneras en la política europea. Sin embargo, "no parece que pueda hacer mucho más de lo que ha hecho hasta ahora", ha indicado Renda. Al tiempo, la experta de Bruegel descarta que pueda influir de una manera patente en los procesos democráticos. "No tendrá tanta influencia porque no es sutil". Su estrategia el divide y vencerás, siembra, de forma pública, la semilla en favor de las fuerzas ultras para fomentar una mayor fragmentación en la UE. Sus intereses también son económicos, en forma de exenciones fiscales o menor regulación. "Establece un vínculo potencial no solo con las empresas privadas, sino con los gobiernos de los países"; evidencia el experto de CEPS. "Es peligroso para Europa dejar que se mueva sin control, mezclando el poder económico y político".
El magnate suma la fuerza política al mayor poder mediático, económico y empresarial del mundo
Elon Musk ya era el hombre más rico del mundo desde hace varios años y, también era el más poderoso mediáticamente desde que hizo suyo el altavoz de Twitter, posiblemente la red social más influyente del planeta. A lo anterior se une la pujanza de sus audaces compañías, diversificadas en los sectores que marcarán el futuro inmediato: el coche eléctrico y autónomo (Tesla), las telecomunicaciones transfronterizas (Starlink), la carrera espacial, con la conquista de la Luna y Marte entre ceja y ceja (SpaceX);la inteligencia artificial (xIA); las grandes infraestructuras de transporte (The Boring Company) y la neurotecnología, con las inquietantes posibilidades de la interacción del cerebro con la computación y los implantes robóticos en los seres humanos como nueva fuente de salud (Neutralink).
Pero a todo lo anterior faltaba una pieza que hasta ahora no se alcanzaba únicamente con inversiones en el ámbito empresariales: el poder político. Esa asignatura pendiente ha quedado aprobada con sobresaliente con la alianza con Donald Trump, presidente del país más poderoso del planeta. Desde su nueva responsabilidad al frente del "departamento de eficiencia gubernamental" de los Estados Unidos, Trump rentabilizarará con creces los 200 millones de dólares invertidos en la campaña del líder republicano. En la nueva administración estadounidense, Musk se encargará de "desmantelar la burocracia gubernamental, eliminar las regulaciones excesivas, recortar los gastos innecesarios o reestructurar las agencias federales" en palabras del propio Trump. Si el efecto a corto plazo es un corte de impuestos a largo plazo podría minar las bases de la democracia y el sistema público estadounidense, más allá del rédito económico que el magnate pueda sacar para su imperio.
Pero EEEUU se le queda pequeña a Musk, ahora con ganas de extender su influencia en las políticas internas de de los principales países europeos, con injerencias en Reino Unido, Francia y Alemania. Como era de esperar, el premier británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han condenado las críticas de Musk al canciller alemán, Olaf Scholz.