
El mundo entero está atento a este martes 5 de noviembre debido a que Estados Unidos celebra sus elecciones presidenciales en la que Kamala Harris y Donald Trump se enfrentan para convertirse en el nuevo presidente o presidenta (por primera vez en la historia) número 47 de la historia del país.
Decimos que el mundo entero está pendiente, ya que el resultado final tendrá un impacto en prácticamente todas las áreas y sectores imaginables, y entre ellos, uno de los más afectados que hay es la industria de los chips. El auge de la tecnología en general y de cada vez más dispositivos inteligentes, ha llevado a que estos aparatos se conviertan en un aspecto crucial para continuar el desarrollo del sector tecnológico.
La importancia de esta industria ha causado una guerra comercial entre las principales potencias del mercado, pero esto no es algo nuevo, sino que desde hace 40 años ya ha ocurrido entre EEUU y Japón, pero ahora curiosamente ambas naciones están hermandas para evitar que China les supere.
Este entramado que contiene bloqueos y sanciones, como decíamos, tiene como único objetivo frenar el ascenso de China como superpotencia tecnológica, y como ha reconocido Thomas Sonderman, CEO SkyWater Technology Inc. a Bloomberg, una nueva administración es una oportunidad para reevaluar y potencialmente replantearse el diluvio de medidas de política de chips, subvenciones y controles a la exportación de EEUU sobre China que han llegado en los últimos años.
La Ley de Chips de EEUU destina más de 52.000 millones de dólares para impulsar la fabricación nacional de semiconductores, reducir la dependencia de Asia y fortalecer la competitividad tecnológica del país. Busca crear empleos, estimular la economía y asegurar el liderazgo estadounidense en áreas como la Inteligencia Artificial. Con esta ley, EE. UU. considera la producción de chips como un asunto de seguridad nacional en su competencia con China.
Sonderman asegura que, en conjunto, todas las medidas usadas para limitar a China han perjudicado más que ayudado a la industria global de los chips. Por ejemplo, en el caso de que Donald Trump ganase, este ya ha expresado su preferencia por aprovechar los aranceles para atraer la fabricación de chips avanzados a EEUU, frente a lo que se propuso en la Ley de chips y ciencia de 2022 de financiación y subvenciones.
Por su parte, y aunque dentro del partido haya habido disidencias alrededor de esta ley, Kamala Harris ha abogado por esta normativa y la defiende como la herramienta necesaria proteger el liderazgo tecnológico de EEUU frente a China. El CEO de Intel, Pat Gelsinger, compartió la semana pasada que su empresa aún no ha recibido fondos para contribuir a la construcción de nuevas instalaciones en Arizona y Ohio.
Aun así confía en que sin importar quien gane esta ley seguirá en pie, ya que como recalcó "La Ley Chips fue un acto bipartidista con un fuerte apoyo de ambos lados del pasillo". Por ello la industria del chip mira con incertidumbre las elecciones presidenciales de EEUU, ya que su financiación y capacidad para cerrar nuevos acuerdos se verá influenciada por el ganador de estas.