
Una de las grandes aspiraciones de las pequeñas y medianas empresas es que las grandes les llamen para colaborar, sobre todo en casos en que los productos o servicios que ofrecen, se complementan. Es el caso de Joe Kani, quien en 2019 recibió una oferta para incluir su medidor de oxígeno en sangre que ofrecía en su compañía, Masimo, para integrarlo en el Apple Watch.
Poco después de aceptar, Apple empezó a contratar a sus empleados por el doble de su salario, según cuenta Kiani a The Wall Street Journal. Así, uno de sus ex trabajadores diseñó un nuevo prototipo muy similar al de Masimo y lo patentó. "Cuando Apple se interesa en una empresa, es el beso de la muerte", afirma Kiani. "Primero, te emocionas. Entonces te das cuenta de que el plan a largo plazo es hacerlo ellos mismos y tomarlo todo".
En 2020, Kiani interpuso una demanda contra la compañía. El juicio continúa en proceso y hasta ahora, el juez ha emitido una conclusión inicial en la que da la razón a la pequeña empresa, aunque no se han concluido las investigaciones. De momento, el demandante ha gastado 55 millones de dólares en el proceso y espera que alcancen los 100 millones de dólares.
Una práctica común
Kiani no es el primero que denuncia este tipo de situación protagonizada por la empresa de la manzana. Hasta ahora se contabilizan alrededor de 25 personas con perfiles de ejecutivos, inventores, inversionistas y abogados que cuentan con una experiencia similar: Apple les contacta, de repente, se cortan las conversaciones y a los meses lanzan un producto similar.
Dos ejemplos que siguen el mismo patrón son el de la empresa Blix, que denunció que Apple había robado su técnica de ocultar los correos electrónicos de los usuarios cuando escogiesen la opción de iniciar sesión con Apple; o el de Tile, que diseñó unos dispositivos portátiles para localizar objetos y más tarde, Apple lanzó el AirTag.
Esta práctica de Apple recibe el nombre de sherlocking, porque la primera vez que llevó a cabo fue para una aplicación que lanzó llamada Sherlock. Y ante ella, las pequeñas empresas suelen responder de dos formas: haciendo público el caso con tal de que los reguladores sancionen a Apple, o presentando una demanda contra la bigtech, que suele conllevar un desembolso de medio millón de dólares.
Uno de los colaboradores que ha trabajado con él, David Albert, fundador de AliveCor, proporcionó una banda que permitía a los Apple Watch hacer electrocardiogramas. Dos años después el modelo que lanzó la marca permitía hacerlos sin necesidad del dispositivo AliveCor. El procedimiento judicial acabó dando la razón a Apple, una sentencia que utilizan para defenderse en los nuevos casos.
Apple presume de colaboraciones
Desde la gran compañía tecnológica responden de forma contundente, que ellos no roban tecnología y que son respetuosos con la propiedad intelectual. De hecho, su estrategia es tumbar cualquier procedimiento judicial contra ellos y contraataca intentando invalidar patentes de esas pequeñas empresas que no están relacionadas.
"Seguiremos luchando contra estas afirmaciones sin fundamento en los tribunales y avanzando en tecnologías en nombre de nuestros clientes y la salud pública", se alegó desde la compañía, según recoge The Wall Street Journal. Además, informó que en los últimos tres años han pagado la licencia de 25.000 patentes.
Andrei Iancu, quien renunció como director de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de EEUU en 2021, dijo que el sistema de patentes "está inclinado a favor de las firmas establecidas más grandes".