
Enseñar la mitad del muslo hace no demasiados años era todo un acto de rebeldía, y con esa palabra decidió lidiar Mary Quant (Londres, 1934) durante toda su carrera profesional. La diseñadora londinense revolucionó a un país que sufría aún los vestigios de la guerra, con la creación de la minifalda y la utilización de colores vivos en cada uno de sus diseños.
Hija de dos profesores de colegio, Quant estudió ilustración en la Escuela de Arte de Goldsmith ante la negativa de sus padres de formarse en el sector de la moda. Poco después de terminar su carrera, se casó con Alexander Plunket Greene, con quien decidió emprender su primera tienda de ropa en 1955, a la que llamaron Bazaar. El local, ubicado en el londinense barrio de Chelsea Kings' Road, se convirtió rápidamente en un lugar afamado en la ciudad, debido a su apuesta por la modernidad de la mano del chelsea look y los colores atrevidos, así como por los maniquíes excesivamente delgados y escaparates divertidos.
Al principio, Bazaar vendía prendas de otros diseñadores, pero cuando Quant se dio cuenta de que no encontraba la ropa que realmente quería ofrecer a su clientela, decidió realizar sus propios diseños. A partir de ese momento, la diseñadora se inspiró en la gente joven y adolescente, con prototipos sencillos y coloridos que rompían por completo con la austeridad de la época. Así, en 1965, la londinense conseguiría el reconocimiento internacional de la industria de la moda gracias a la utilización de un trozo de tela de 34 cm. La popular minifalda (cuya patente se discute con el modisto francés Courrèges), se convirtió en un símbolo de libertad y provocación que fue adoptado especialmente por las generaciones más jóvenes de todas las clases sociales. No obstante, este atuendo traspasó generaciones y acabó en el armario de celebridades y divas de todo el mundo.
En 1970, la diseñadora que declaró la guerra al buen gusto y defendió que "en lo vulgar estaba la vida", lanzó su propia línea de accesorios, maquillaje y ropa con elementos tan rompedores como los pantalones de campana, vestidos cortos, mallas de colores, shorts, tops calados, botas por encima de la rodilla, maxifaldas, impermeables de colores y hasta corbatas masculinas. Sin duda, una fiel representación de la moda británica del swinging London, que se ejemplificaba a la perfección en la modelo británica Twiggy, que fue la musa de Quant durante muchos años por su imagen juvenil y su cuerpo delgado.

Aunque su modelo de negocio se basó siempre en ropa de calidad a un precio accesible, con la intención de confeccionar prendas que rompieran barreras económicas y pudieran estar en el mayor número de armarios posibles, fue gracias a su línea de cosméticos con la que Quant ganó cantidades ingentes de dinero durante los años 60, con sus estridentes delineadores planteados y pintauñas azules.
La margarita fue el símbolo con el que se identificaba al estilo sencillo y colorista de la londinense, que se convirtió en la representante de la moda informal y juvenil de la época, con modelos que se distribuían a escala industrial y que le causaron, en multitud de ocasiones, controversias con algunos políticos o incluso con la iglesia, que consideraba el estilo Quant totalmente indecoroso.

Actualmente, la revolucionaria Quant vive en Londres y trabaja como consultora en una empresa que lleva su nombre. Con la misma esencia estilística que puso patas arriba los años 60, la diseñadora asegura que uno de sus sueños sin cumplir es el haber visto en minifalda a la ex primera ministra de Reino Unido Margaret Thatcher.
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