La encíclica del Pontífice recibe el apoyo de todos los sectores económicos y sociales vinculados con la sostenibilidad, energética o de otro tipo.
Grupos ecologistas de todo el mundo -desde Greenpeace a WWF o Ecologistas en Acción-, así como las empresas y asociaciones representativas de los sectores vinculados a la sostenibilidad, tanto energética como de cualquier otro tipo, han celebrado el rotundo apoyo al mensaje verde del sucesor de Pedro. Prácticamente nadie se ha atrevido a mostrar discrepancia con Bergoglio.
El Papa ya había expresado antes su preocupación por el deterioro del planeta, pero muy pocos esperaban que su encíclica sobre la materia, Laudato si' (Alabado seas), subtitulada sobre el cuidado de la casa común, fuera tan contundente a la hora de defender la ecología y de denunciar a los gobernantes, a las empresas multinacionales y a las finanzas, que "ahogan la economía real", como responsables de que la Tierra "parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería".
Una de sus principales propuestas es transformar el sistema energético mundial: "Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes -sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y en menor medida el gas- necesita ser reemplazado progresivamente y sin demora". Y reclama "un amplio desarrollo de renovables, que debería estar ya en marcha". Le gustan, particularmente, las "cooperativas para la explotación de energías renovables que permiten el autoabastecimiento local e incluso la venta de excedentes".
Además, alerta sobre "los efectos del uso de la energía nuclear" y pide aumentar la eficiencia energética y el aprovechamiento de las materias primas: "todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar".
Intención política
Consciente de la coyuntura política -en diciembre, en París, hay una Cumbre sobre el calentamiento global-, conmina a rectificar a los líderes mundiales y les afea las oportunidades perdidas: "La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo el mundo".
Con un lenguaje claro y directo, propio de la Teología de la Liberación, el Papa fustiga a lo largo de su encíclica a próceres y magnates, siempre en defensa de los indefensos pobres y del bien común. Y apela para justificar sus postulados tanto a las reflexiones de anteriores papas, como a las conclusiones de sínodos de todo el mundo, la Biblia o tratados científicos y filosóficos totalmente ajenos al ámbito de la fe.
Calentamiento: obra humana
Para el Papa no cabe ninguna duda de que el cambio climático es obra del hombre: "Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana".
Esta "raíz humana de la crisis ecológica" se cimenta en "la mentira de la disponibilidad infinita de bienes del planeta, que lleva a 'estrujarlo' hasta el límite y más allá del límite". Lo permite una tecnología tremendamente poderosa, que aporta mucho bien, pero que está peligrosamente concentrada en pocas manos y que no se ha implantado "acompañada de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia".
Ante ello, el Pontífice reclama una mejora de la gobernanza global, con "instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar".
Igualmente, aboga por acabar con la cultura del consumismo, que "sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca". Como alternativa, reivindica la sobriedad y el valor de las pequeñas acciones: "Así una comunidad se libera de la indiferencia consumista". La educación, lógicamente, es fundamental para el cambio.
Con irreverencia, podría decirse que la rompedora encíclica del Papa eleva el ecologismo a los altares. Pero sin olvidar su tono subversivo, quizá sea esta sentencia, entre la apabullante suma de aforismos de la epístola, la que mejor resume su contenido: "La forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como 'señor' del universo consiste en entenderlo como administrador responsable".
Rechazo a los mercados de carbono
Quizá por su frontal oposición a las finanzas y a todo lo que no sea la "economía real", Bergoglio se manifiesta contrario a los mercados de CO2 como herramienta para frenar el calentamiento del planeta: "La estrategia de compraventa de 'bonos de carbono' puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema parece ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente, pero de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores".
Su razonamiento, como el resto de sus aseveraciones, es meridianamente nítido; el problema es que nadie tiene otra solución global basada en el mercado.