
La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid ha emitido una orden de instrucción para los colegios del territorio en el que ofrecen las pautas a seguir para la correcta ventilación de los espacios. En ella se apuesta por la ventilación natural por encima de cualquier otro mecanismo e instan a hacerlo entre 4 y 6 veces cada hora para evitar que el Covid se propague.
La orden establece una serie de pautas a seguir por los centros educativos. Existen tres posibilidades de ventilación de los colegios: ventilación natural, mecánica y filtración HEPA (purificación de aire), donde prevalece la primera. Como pauta para medir la calidad del aire se explica que la mejor forma de hacerlo es mediante la medición del dióxido de carbono en las aulas, siendo lo ideal 400 partes por millón. Para conseguirlo, se asegura que se debe ventilar cada hora las aulas entre 4 y 6 veces (manteniendo ventanas y puertas abiertas). La Comunidad de Madrid ve deseable la instalación de equipos de medición del dióxido de carbono en las aulas.
En el caso de que las condiciones meteorológicas sean muy adversas como para mantener las ventanas abiertas, se pide que al menos se abran durante cinco minutos cada cuarto de hora. También se pueden utilizar sistemas de filtración, aunque la comunidad de Madrid recuerda que no están diseñados para evitar la propagación del Covid, sino para mejorar la calidad del aire.
Es decir, aunque consigan que el nivel de dióxido de carbono es adecuado para la calidad del aire, no permitirían la correcta ventilación para evitar contagios. Por ello, solo lo recomiendan en espacios cerrados, circunstancia que por norma general no suele ser el ejemplo de las aulas de enseñanza. Además, Madrid considera que el confort térmico no debe prevalecer sobre cuestiones sanitarias.
Sobre los purificadores, Madrid considera que no están, en su mayoría, diseñados para espacios como son las aulas. Además, señalan que producen un nivel de ruido superior a cualquier otro sistema de ventilación y que eso obliga a elevar la voz, hecho que aumenta los aerosoles que emite una personas y, con ellos, las probabilidades de contagiar el virus.