
Una de las lesiones más temidas por cualquier deportista se cierne sobre las empresas que se dedican a la sanidad privada. La combinación de tres roturas que destrozan una articulación tan importante como una rodilla se puede extrapolar a los tres factores que amenzan a este sector. No hace mucho, en 2019, la responsable del área sanitaria de Unidas Podemos, contraria a que este sector se desarrolle en España, explicaba que el principal objetivo que tenía su formación, ya con responsabilidades de Gobierno, era conseguir que el negocio no fuera rentable. Ahora, cuatro años después, sus herederos de Sumar, con los que mantienen cuitas de poder pero no de ideario, tienen al alcance de la mano dar el toque de gracia, apoyados por la coyuntura sanitaria que dejó tras de sí la pandemia.
En las triadas se producen tres roturas: la del ligamento cruzado anterior, la del menisco interno y la del ligamento lateral interno. Comenzando por la primera, el coronavirus dejó tras de sí un aluvión de ofertas en seguros de salud que abrían la puerta de la hasta entoces selecta clientela a un público mucho más general. Si bien no cubren tantos servicios como otros, sí que dan entrada al sistema privado por la atención primaria, además de incluir algunas especialidades. Desde entonces, tanto en esa rama como en las urgencias, las colas y listas de espera se han asimilado a las que se viven en los centros de salud públicos, quizá con algo menos de virulencia. Esto provoca un deterioro del servicio del que se quejan muchos asegurados históricos de la sanidad privada, que por regla general suelen pagar primas mucho más altas que la de seguros low cost. Si la situación no se arregla, cabe la posibilidad de que hay cada vez menos clientes VIP en las salas de los hospitales privados.
Una de las formas de arreglarlo sería con inversión en personal, es decir, contratar más médicos que puedan aliviar esas listas de espera. Pero aquí llega la segunda de las roturas que sufre la sanidad privada (también la pública, si bien con una intensidad diferente). Existe una escasez de profesionales brutal y unas perspectivas muy negativas. Hay un dato escalofriante que ofrece la OCDE sobre el sistema sanitario. Uno de cada tres médicos que hay en España tiene más de 55 años, es decir, se jubilirán en los próximos diez años. Ante la escasez de personal, la privada ha tenido muchas reuniones con el Ministerio de Sanidad buscando la homologación de títulos para personal extracomunitario. Algo se ha arreglado, pero ni mucho menos al nivel necesario que proporcionó en los setenta y ochenta el Baby Boom. Además, a esto se le suma un clamor entre muchos profesionales de la sanidad privada, que se quejan de unos emonumentos bajos por cada consulta que pasan.
Para contratar más médicos, o cualquier otra fórmula que se le ocurra al sector y que palie el problema, hacen falta inversiones. Y he aquí la tercera de las rotura que castigan la rodilla de un deportista para muchos meses y que después cuesta llevarla al mismo nivel que antes de la lesión. La legislatura pasada murió con una de las leyes que más aterra al sector enterrada en el atasco que vivía el Congreso de los Diputados por el adelanto de las elecciones generales. Se trata de la Ley de Equidad, texto pactado entre las dos formación políticas que conformaban el Ejecutivo. El articulado supone la derogación de facto de la normativa 15/97, que permitió el desarrollo de la sanidad privada en España. El ataque llega por la reducción a la mínima expresión de cualquier externalización que una comunidad autónoma pueda hacer para ofrecer sanidad a sus ciudadanos. Estos conciertos suponen alrededor del 11% de la facturación del sector, un bocado que unido a las otras dos roturas hará temblar los cimientos de la sanidad privada. El vaticinio de la responsable de Unidas Podemos, hacer que el negocio deje de ser rentable, puede estar más cerca que lo que muchos habían pensado hace justo ahora cuatro años.