Salud Bienestar

Por qué un grupo de investigadores ha pedido que se prohíba la venta de alcohol en los aviones

  • Su estudio afirma que su consumo a elevada altitud pone en peligro la salud cardíaca
  • Puede reducir la cantidad de oxígeno en sangre y aumentar la frecuencia cardíaca
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Al culminar el despegue, muchos servicios de venta a bordo de muchas aerolíneas ponen a disposición de los pasajeros diversos productos, como cafés y refrescos, sándwiches y snacks e incluso menús completos. Y aunque no es lo habitual, también es posible adquirir diferentes tipos de alcohol, como cerveza, vino o combinados. Licores cuya venta, en opinión de un grupo de investigadores de dos universidades de Alemania, debería prohibirse, sobre todo en los vuelos de larga distancia.

La reivindicación de estos investigadores, procedentes del Instituto de Medicina Aeroespacial (Colonia) y de la Universidad Técnica de Aquisgrán, se basa en los resultados de un ensayo que ellos mismos han llevado a cabo y que acaba de publicarse en la revista respiratoria Thorax.

"Los profesionales, los pasajeros y la tripulación deben ser informados sobre los riesgos potenciales, y puede ser beneficioso considerar modificar las regulaciones para restringir el acceso a bebidas alcohólicas a bordo de los aviones", indican sus autores. Pero, ¿qué es lo que han descubierto?

Su principal conclusión es que el consumo de alcohol, combinado con la presión en cabina a una elevada altitud, puede poner en peligro la salud cardíaca de los pasajeros que acostumbran a dormir en el avión. En concreto, han detectado que este dúo reduce la cantidad de oxígeno en sangre y aumenta la frecuencia cardíaca durante un período prolongado.

Esta circunstancia, según este estudio, se puede dar en todo tipo de pasajeros, incluyendo a personas jóvenes y sanas. Sin embargo, los riesgos aumentan entre los pasajeros mayores y aquellos con condiciones médicas preexistentes. También, cuanto mayor es el nivel de alcohol ingerido.

Durmiendo a 2,5 km de altitud

Para descubrir este fenómeno, los investigadores reclutaron a 48 personas de entre 18 y 40 años y los dividieron en dos grupos (de 24 personas): a uno lo enviaron a una cámara de altitud que imitaba la presión de la cabina a una altitud de crucero (2438 metros sobre el nivel del mar), mientras que al segundo grupo lo mandaron a un laboratorio de sueño con condiciones normales de presión.

Cada uno de estos dos grupos, a su vez, fue dividido en otros dos. Así, doce personas de cada grupo durmieron 4 horas sin haber bebido alcohol, mientras que los otros doce durmieron 4 horas después de haber bebido alcohol. Concretamente, los participantes bebieron vodka puro en una cantidad de alcohol equivalente a dos latas de cerveza o a dos vasos de vino.

Oxígeno y latidos por minuto

Entre quienes durmieron en condiciones de presión normales no hubo apenas diferencias en cuanto a la cantidad de oxígeno en sangre (quienes consumieron alcohol tenían un 95% de oxígeno en sangre frente a un 96% de oxígeno de quienes no lo hicieron). Sin embargo, la diferencia fue más sustancial en los latidos por minuto (73 de los primeros frente a 64 de los segundos).

Ahora bien, las diferencias fueron mucho más notorias en el aire. A más de dos kilómetros de altitud, el oxígeno de quienes ingirieron alcohol bajó hasta el 85% (frente al 88% de los abstemios). En cuanto a las pulsaciones, la de los primeros ascendió hasta los 88 latidos por minuto, lejos de los 73 latidos por minuto de los que no bebieron alcohol.

Los niveles de oxígeno por debajo del nivel saludable (menos del 90%) duraron 201 minutos con la combinación de alcohol más la presión simulada a altitud de crucero. Esto se compara con un período que duró 173 minutos sin alcohol y 0 minutos con y sin alcohol en condiciones de laboratorio del sueño.

Por todo ello, los investigadores afirman que "la combinación de la ingesta de alcohol con el sueño en condiciones hipobáricas supone una tensión considerable para el sistema cardíaco y podría provocar una exacerbación de los síntomas en pacientes con enfermedades cardíacas o pulmonares".

Como limitaciones, los autores identifican que el tamaño de la muestra (48 personas) era demasiado pequeño y que sus características demográficas (hasta 40 años) no permiten extraer conclusiones para la población general. Por el contrario, también señalan que los datos de los participantes se recogieron mientras dormían en posición supina (un lujo que normalmente solo se permite a quienes vuelan en primera clase), por lo que los no hallazgos podrían a la mayor parte de los pasajeros de avión que vuelan en clase económica.

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