
El miedo es una de las siete emociones básicas descritas y estudiadas por el Doctor en Psicología Paul Ekman. Estas siete emociones son: enfado, miedo, desprecio, asco, sorpresa, alegría, tristeza.
El mencionado estudio de 1984 concluía que, en la aparición de todas estas emociones y en todas las culturas y partes del mundo, los humanos presentan las mismas micro expresiones faciales y esto permite identificarlas con un porcentaje muy alto de acierto.
Así, los estudios de Ekman sentaron las bases para los métodos de detección de la mentira que sirven hoy en día a muchos cuerpos de seguridad para detectar incoherencias en declaraciones y poder resolver delitos. Por ejemplo, este método se usa para formar a los agentes de aduanas de EE.UU, con el objetivo de encontrar incoherencias entre el relato y las micro expresiones faciales que pongan sobre aviso a los agentes. Este contenido, se incluye también en los másteres de comunicación no verbal, dentro del ámbito de las ciencias del comportamiento.
Las micro expresiones faciales del miedo
Las micro expresiones faciales del miedo son las siguientes:
- Las cejas se levantan y tienden a unirse
- Los párpados superiores se elevan
- Los párpados inferiores se tensan
- Los labios se estiran horizontalmente hacia atrás
Cómo actúa el miedo
El miedo es una emoción primitiva y poderosa que nos condiciona hasta límites insospechados. Actúa sobre la parte emocional y menos controlada del cerebro. Cuando se siente miedo, el corazón se acelera, se aprietan los dientes, se genera tensión muscular, temblores y sensación de inseguridad y vulnerabilidad.
Ante una situación de peligro, sentimos miedo y se activan los mecanismos de supervivencia, pues el cerebro nos pone a la defensiva y nos prepara para huir o atacar.
Nos hacemos una idea de lo importante que era sentir miedo para sobrevivir cuando el homo sapiens empezaba su ventura en la tierra y tenía que enfrentarse a toda clase de peligros, como los animales salvajes, las tormentas, ect. Sin miedo, no habríamos sobrevivido, pero, sin miedo, seguramente no habríamos sacado lo mejor de nosotros mismos, como la fuerza y el ingenio para analizar riesgos y salir de situaciones peligrosas.
El miedo, por tanto, puede paralizarnos. Por el contrario, si lo entendemos y gestionamos, puede impulsarnos a cruzar límites en nuestro beneficio. Ya lo dijo el autor romano Publilius Syrius ( 85 a. C. – 43 a. C): "Nadie llegó a la cumbre acompañado por el miedo".
El miedo está ligado a las relaciones sociales
Hoy en día, los miedos poco tienen que ver con huir de animales salvajes que nos quieren comer o con no entrar en un río turbulento que puede matarnos o con luchar en guerras a campo abierto. Hoy el miedo está ligado muchas veces a las relaciones sociales e interpersonales y en algunos casos, se vuelve disfuncional.
Así, nos da miedo la crítica de un jefe o no gustar a una pareja, nos da miedo equivocarnos y quedar en ridículo o no conseguir ciertos objetivos, pero la reacción en nuestro cuerpo es la misma que la de nuestros ancestros de hace más de 100.000 años.
El miedo genera respuestas fisiológicas muy concretas y estudiadas. Además de aumentar el ritmo cardíaco, se dilatan las pupilas, se suda más y se liberan hormonas como el cortisol y adrenalina. La adrenalina nos pone en alerta ante un peligro o estímulo amenazante y el cortisol hace que los músculos liberen más azúcar, ambas preparan al cuerpo para escapar, esconderse o enfrentar el peligro.
Acumulación de estrés a causa del miedo
Pero, ¿qué pasa si no hacemos nada de eso y el elemento que nos produce temor es, por ejemplo, un compañero de trabajo tóxico que sabemos que va a intentar desprestigiarnos? Entonces, acumulados estrés al no liberar estas sustancias, al no ser usadas en el tiempo y forma prevista por la evolución humana.
Para poder gestionar mejor la emoción del miedo, es bueno saber que todas las emociones, en realidad, están desencadenadas por un pensamiento. Si estamos ante un depredador que quiere comernos, es muy fácil de identificar y su estratosférica rapidez hace que desde el pensamiento a la reacción fisióloga haya décimas de segundo, parece algo automático e instintivo, y en parte lo es, pero la realidad es que esa respuesta emocional, procesada en la amígdala, siempre viene desencadenada por un pensamiento sobre un hecho, conducta o imagen.
Comprender esto es muy útil cuando esos miedos tienen más que ver con lo que comentábamos antes, miedos relacionados con relaciones sociales o valoración intrapersonal. Si descubrimos el pensamiento que desencadena la respuesta de miedo, podremos trabajar sobre él y aliviar sus consecuencias.
Cuando un miedo se vuelve reiterado en el tiempo, disfuncional o nos genera, por ejemplo, fobia social, estrés crónico, insomnio, ansiedad, depresión, baja autoestima, etc., es necesario acudir a un terapeuta profesional.
El método PROA contra el miedo
Para las situaciones cotidianas, si queremos una mejor regulación emocional, podemos poner en práctica el método PROA. Un método en cuatro sencillos pasos, con el inconveniente de que deben hacerse en segundos:
- Parar: No te dejes arrastrar por la emoción, para y mantén la calma.
- Respirar: Pon la atención en tu respiración e intenta que se vuelva más profunda y pausada, focalízate en las sensaciones de la respiración en tu cuerpo.
- Observar: Identifica las razones reales de la emoción que sientes, dimensiona el objeto de tu reacción, valora su importancia y analiza las opciones.
- Actuar: Llega el momento de actuar, pero con más conciencia y valoración de las causas y efectos.
Es muy complicado poner en práctica esta secuencia en situaciones de miedo de nivel alto, por ejemplo, ante una amenaza sobre tu persona o tus seres queridos, un peligro inminente de muerte, una visión atroz o violenta, etc. Pero sí que podemos intentar poner en práctica estos pasos en otras situaciones menos drásticas o de menos alcance y ver cómo poco a poco empezaremos a entender y gestionar mejor nuestras respuestas emocionales.
El mapa de las emociones
Para saber más sobre emociones, el Doctor Eckman, en colaboración con el Dalai Lama, han creado el mapa de las emociones. En este trabajo se describe una escala de las intensidades del miedo que puede comenzar con nerviosismo o ansiedad para subir de intensidad hasta el puro terror.
Estas experiencias de terror dejan una impronta profunda en nuestra memoria emocional, por eso hay que tener cuidado con las bromas basadas en el miedo, especialmente si están dirigidas a menores o niños, igualmente controlar el consuno de cine de terror y adaptarlo a las edades y sensibilidades de cada uno.