
Expertos estadounidenses confirman que ser fumador pasivo (es decir, estar cerca de humo de tabaco, incluso sin ser fumador) aumenta entre un 25% y un 30% el riesgo de sufrir enfermedades como cáncer de pulmón, accidentes cerebrovasculares, enfermedades coronarias e incluso muerte prematura. En el caso de los niños, esta situación se vuelve aún más peligrosa, ya que puede inducir en enfermedades respiratorias, infecciones de oído o asma (en el caso de los bebés se puede producir muerte súbita).
Según indican los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (Centers for Disease Control and Prevention), "incluso una breve exposición al humo de segunda mano puede dañar el revestimiento de los vasos sanguíneos y hacer que las plaquetas se vuelvan más pegajosas. Estos cambios pueden aumentar el riesgo de infarto".
"Las personas que ya padecen una enfermedad cardíaca tienen un riesgo especialmente alto de sufrir los efectos nocivos de respirar humo de segunda mano. Deben tomar precauciones especiales para evitar incluso exposiciones breve", aclaran los expertos
Además, en las mujeres embarazadas, el humo del tabaco puede poner en riesgo tanto a la madre como a los hijos, ya que inhalarlo ya sea durante el embarazo, como una vez nacido el bebé, multiplica las probabilidades de que fallezca el pequeño. Además, se pueden producir graves problemas de fertilidad en mujeres en edad reproductiva.
Así pues, se estima que cada año se producen miles de muertes en todo el mundo a causa del humo de otras personas, afectando tanto a adultos como niños, sanos o con enfermedades previas.
En definitiva, la única recomendación que se puede realizar al respecto es la de evitar exponerse al humo del tabaco en la medida de lo posible, ya que queda más que demostrado que no hace falta ser fumador para sufrir las consecuencias asociadas a su humo.