
En los últimos días, la pregabalina ha sido objeto de noticias, entrevistas y reportajes en la prensa británica y americana. El origen de estas informaciones se encuentra en una investigación publicada por The Sunday Times, en la que se relaciona la muerte de casi 3.400 personas con el consumo de esta sustancia en los últimos cinco años. El eco de esta investigación, difundido por las redes, ha llegado hasta nuestro país. Sin embargo, puede que la pregabalina le resulte desconocida a más de uno.
La pregabalina es un fármaco con propiedades antiepilépticas (que combate convulsiones y ataques epilépticos) y analgésicas (que alivian o reducen el dolor). Se utiliza para el tratamiento de la epilepsia, dolor neuropático y del trastorno de ansiedad generalizada (TAG) en adultos.
Su consumo puede producir sensaciones gratificantes, de euforia, calma o relajación; de ahí que haya incluso personas que busquen hacerse con este fármaco sin prescripción médica. No obstante, si se consume sin prescripción, sin control y a largo plazo puede causar dependencia.
Más allá de que su consumo pueda acarrear efectos secundarios (como cualquier otro fármaco), como mareos, somnolencia o dolor de cabeza entre otros, es un fármaco seguro. Sin embargo, y según se indica en su prospecto, puede interactuar con otros fármacos generando efectos adversos, como insuficiencias respiratorias, el estado de coma o la misma muerte. Está especialmente contraindicado su uso en combinación de fármacos como la oxicodona o el lorazepam. En definitiva, es necesario contar con el visto bueno de un médico antes de ingerir pregabalina.
De acuerdo con un análisis realizado en Inglaterra, en más del 90% de los fallecimientos entre 2004 y 2020 relacionados con la pregabalina se detectó la presencia de opioides como metadona o morfina. Sin embargo, solo a una cuarta parte de aquellos pacientes se les había recetado dichos opioides.