
Ninguna vivienda está libre del moho. Este hongo puede entrar en las casas por puertas y ventanas, por conductos de ventilación o por sistemas de calefacción o de aire acondicionado. Del mismo modo, también pueden introducirlo los propios inquilinos, a través de la ropa y los zapatos, en bolsas o mediante las propias mascotas.
Una vez dentro, puede crecer y desarrollarse en condiciones de humedad. De hecho, las zonas húmedas son las ubicaciones en las que se puede reproducir con más probabilidad, y por ello se asocia tanto a la aparición de goteras o humedades. No obstante, también puede crecer en superficies como alfombras, telas y tapizados, en el empapelado de las paredes o incluso entre en polvo.
En cualquier caso, si se detecta moho en una vivienda, conviene eliminarlo lo antes posible, ya que su presencia puede afectar a la salud de múltiples maneras. Según indican desde el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), a algunas personas el moho "les puede causar congestión nasal, dolor de garganta, tos, pitidos, ardor en los ojos o sarpullidos". Las afecciones se pueden agravar en personas con asma o que presenten alergia al moho. Además, quienes poseen el sistema inmunitario deprimido o quienes padecen enfermedad pulmonar crónica podrían presentar infecciones en los pulmones a causa del moho.
Se puede eliminar el moho de forma sencilla en superficies duras simplemente con agua y jabón o con una mezcla de agua y lejía (una porción por cada cuatro de agua). También puede valer sustituir la lejía por otros productos, como el amoniaco, el alcohol o el vinagre, aunque nunca se deben combinar, ya que podría producir ser tóxico. También, como medidas de precaución, es recomendable mantener ventanas abiertas durante la limpieza y emplear material de protección, como guantes o gafas.