Salud Bienestar

De inventar la vacuna de ARN a ser acusada de copiar su patente

  • La descubridora de la técnica de los nuevos sueros contra el Covid es hoy vicepresidenta de BioNTech

Hay historias que demuestran que la realidad puede superar holgadamente a la ficción. Necesitan varias dosis de incredulidad, algunas gotas de surrealismo y, todo ello, bien marinado con varias cucharadas de ironía. Los sucesos que se esconden tras la demanda presentada por Moderna a la alianza BioNTech-Pfizer tienen todos los ingredientes necesarios para comenzar a leer estas líneas y no levantar la vista de la pantalla hasta el punto y final.

El prólogo de este cuento se remonta a los años 90. Fue entonces cuando una investigadora húngara, Katalin Karikó, comenzó a desarrollar la idea de que con el ARN mensajero se podían desarrollar vacunas o tratamientos para curar enfermedades. Como con muchas ideas innovadoras, sus comienzos fueron muy difíciles y no encontraba ni el apoyo ni la financiación de nadie.

Pasó el tiempo, con más pena que gloria, hasta que a mediados de la primera década del siglo tuvo la oportunidad de poner sus conocimientos al servicio de la búsqueda de una vacuna contra el VIH. Se alió con un investigador (Drew Weissman) que venía del equipo de Anthony Fauci, quien años después sería el responsable de la Casa Blanca a la hora de dirigir los desarrollos de vacunas, entre ellas la de Moderna. Fue en aquella investigación cuando se descubrió que haciendo una pequeña modificación al ARN se conseguía generar protección y se evitaba el rechazo del cuerpo.

Tras estos comienzos, se llega a la parte más crítica de la historia, que desemboca en una de las demandas con más repercusión de la historia farmacéutica. El trabajo realizado fue patentado por Karikó y Weissman pero la Universidad donde trabajaban (Pensilvania) decidió cedérsela a una pequeña compañía llamada Cellsript. Unos años después, en 2010, un grupo de investigadores americanos compró las patentes y fundó una empresa que se llamaba Moderna.

Este fue el nacimiento de una empresa prácticamente desconocida para el gran público hasta la pandemia del coronavirus. Desde 2010 comenzaron a a trabajar sobre las patentes adquiridas y algunos años después, Moderna fue la primera empresa que llevó a ensayos clínicos con humanos el ARN mensajero.

Sin embargo, al tiempo que avanzaban en esta compañía, otra farmacéutica alemana llamada BioNTech también se hizo con otras de las patentes de los dos investigadores protagonistas del descubrimiento. Es más, los teutones ficharon a Karikó y hoy es vicepresidenta de la empresa.

Y aquí es donde se comienza a fraguar la madre de todas las guerras judiciales entre farmacéuticas. Ambas empresas prosiguieron sus investigaciones, buscando diversas aplicaciones médicas al ARN mensajero. Se piensa que, además de valer para diversas vacunas, puede estar detrás de una cura contra el cáncer.

La carrera por la vacuna

Pero entonces irrumpió el Covid y el mundo se paró. Las decenas de miles de muertos que se acumulaban en el mundo hicieron que gobiernos y empresas privadas pusieran toda la maquinaria existente en buscar una cura. Estados Unidos, a través del mecanismo de financiación Barda, puso dinero en el proyecto de Moderna. Por otro lado, BioNTech había firmado meses atrás una alianza con Pfizer y fue el único proyecto de capital puramente privado.

La carrera entre ambas farmacéuticas para llevar el mejor prototipo al mercado se recuerda como uno de los mayores hitos de la medicina reciente. En apenas 10 meses, ambas vacunas contra el coronavirus llegaron al mercado con apenas unas semanas de diferencia. Moderna, que era diminuta al lado de un gigante como Pfizer, apenas tuvo dosis para el mercado fuera de Estados Unidos hasta pasados varios meses. La todopoderosa multinacional, junto a su socio BioNTech, inundaron muchas partes del mundo con sus sueros. Pfizer ingresó en 2021 32.196 millones de euros por sus vacunas. Moderna facturó la mitad: 15.600 millones.

Ahora Moderna recuerda sus inicios en la demanda. La empresa se creó con el único capital científico de unas patentes para desarrollar una nueva medicina cuyos límites terapéuticos aún no se conocen. Mientras tanto, la descubridora Karikó, con otras patentes bajo el brazo sobre el ARN, aterrizó en BioNTech. Moderna le recuerda a la alianza de la empresa alemana con Pfizer que al comenzar a desarrollar la vacuna tenían cuatro posibilidades y eligieron la que ellos tenían en propiedad intelectual. BioNTech ha respondido diciendo que los argumentos son propios de un mal perdedor.

El Covid puede que solo haya sido un ensayo general de todo lo que puede deparar la tecnología del ARN mensajero

Hay una cosa que la demanda ya ha conseguido aún sin recibir un veredicto por parte de un tribunal. La pelea, lícita o no, entre las dos compañías que más beneficios económicos han conseguido tras la pandemia lastra todo el mensaje de que la ciencia, el capital privado y las administraciones públicas, junto a la población, habían conseguido detener la peor pandemia en 100 años.

Esta historia no estaría completa sin un epílogo, aunque en esta ocasión entra en el terreno de la hipótesis, pues el presente no es capaz de responder aún. El Covid puede que solo haya sido un ensayo general de todo lo que puede deparar la tecnología del ARN mensajero. Hay muchos ensayos para otras vacunas, pero sobre todo se habla de la cura del cáncer.

Puede que no exista mayor panacea comercial para cualquier empresa farmacéutica que hallar la cura contra una de las patologías que más muertes se cobra en el mundo. Si de esta demanda se coligiera que solo una compañía puede desarrollar la tecnología del ARN mensajero, los posibles ceros de una demanda ganada serían irrisorios en comparación.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky