
Radioterapia, quimioterapia, cirugía o inmunoterapia constituyen la base del tratamiento del cáncer. No obstante, estas técnicas no son infalibles y, por ello, la comunidad médica sigue investigando qué más se puede hacer para salvar a los pacientes oncológicos. Es en este contexto donde entra en juego la llamada terapia de precisión, que permite mejorar la supervivencia y la calidad de vida de los enfermos.
Como explican desde Initia Oncología, entidad perteneciente al Grupo Hospitalario Quirónsalud, "el cáncer es una enfermedad genética, es decir, causada por cambios en el ADN que controlan la forma en que funcionan las células, especialmente cómo crecen y se dividen. Estos cambios pueden heredarse, pero la mayoría surgen aleatoriamente durante la vida de una persona, ya sea como resultado de errores que ocurren cuando las células se dividen o de la exposición a agentes externos carcinógenos que dañan el ADN".
De este modo, la oncología de precisión se basa en un estudio genético más profundo de los tumores que permite descubrir alteraciones genéticas (los llamados biomarcadores) responsables de ciertos tipos de cáncer. Desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) señalan que desde los años noventa se han identificado unos 500 o 600 genes relacionados con el inicio del cáncer. Durante estos 30 años, los laboratorios están diseñando moléculas dirigidas específicamente contra cada uno de estos genes.
Por tanto, el objetivo es dar en la diana, atacar el agente específico productor del cáncer evitando así "los efectos secundarios dañinos en células normales de la quimioterapia convencional, que atacaba indiscriminadamente células normales y oncogénicas", explica Eugenio Santos, director del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca (CIC), centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca.
Haciendo un símil, "la quimioterapia convencional era como la bomba atómica, que arrasaba todo, mientras que la terapia dirigida serían misiles dirigidos específicamente al sitio donde se está originando el tumor", destaca el experto.
De este modo, se puede poner nombre y apellidos al cáncer y, con esta información, se desarrollan tratamientos personalizados para los pacientes. Por ejemplo, los llamados tumores agnósticos pueden darse en diferentes partes del cuerpo, sin embargo, cuentan con una misma alteración genética. En este sentido, un mismo fármaco, o la combinación de varios, resulta eficaz en cánceres en apariencia muy dispares.
Hace unos meses Josep Tabernero, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Vall d'Hebron y director del Vall d'Hebron Instituto de Onología (VHIO), explicaba a este medio que, incluso, pueden darse alteraciones genéticas "dentro de un mismo paciente a lo largo del tiempo de evolución de la enfermedad".
Eugenio Santos: "La quimioterapia convencional era como la bomba atómica, mientras que la terapia dirigida serían misiles dirigidos específicamente"
Por ello, continuaba el experto, la medicina de precisión busca "ofrecer a cada paciente un tratamiento individualizado adaptado a su tipo de tumor y la situación del mismo en cada momento, y esto implica estudiar de forma más profunda las características de cada tumor".
La búsqueda de estas alteraciones genéticas ha mejorado significativamente en los últimos años, gracias a la técnica de secuenciación masiva (next generation sequencing o NGS). Como explican desde Roche, "estas nuevas técnicas de tratamiento oncológico tienen la capacidad de analizar un gran volumen de datos en muy poco tiempo y de detectar en un único análisis muchos tipos de alteraciones genómicas que pueden ser responsables de la aparición de un tumor".
Una célula humana puede tener la capacidad de producir más de 20.000 proteínas diferentes y muchas de ellas son importantes para controlar los procesos de duplicación celular. "Ahora que sabemos mucho más de estas proteínas y que tenemos fármacos para regularlas, es importante saber cuál es su papel en cada tumor. Esto parece sencillo, pero no lo es", advierte el investigador del CSIC Atanasio Pandiella. "Un tumor puede tener un centenar de proteínas alteradas y no podemos darle a un paciente 100 fármacos diferentes. Por tanto, es importante saber seleccionar cuáles de esas proteínas son vitales para el tumor, para poder atacarlas", explica.
A este respecto, Santos señala que, "desde que comienzan los primeros estudios con moléculas hasta que el fármaco llega a la práctica clínica pueden pasar de 10 a 15 años. Y de cada 1.000 fármacos que empiezan, probablemente llegue solo uno a esta etapa final, y todo ello implica una inversión de 800 a 1.000 millones de euros".
La revolución CAR-T
El uso de las células CAR-T es uno de los mayores avances de las últimas décadas en terapias oncológicas. Son fármacos que se basan en las células T, linfocitos del sistema inmunitario del propio enfermo extraídas de la sangre y que se modifican en el laboratorio para que ataquen a las células cancerígenas.
Debido a su singularidad, no se puede fabricar en serie, por lo que hay que elaborar el medicamento para cada persona que lo vaya a necesitar. Por este motivo, muchos expertos hablan del uso de las células CAR-T como el máximo exponente de la medicina de precisión y el tratamiento personalizado. Actualmente está indicado para tumores hematológicos pediátricos y adultos, si bien no se descarta para el abordaje de otras patologías.
En noviembre de 2018 el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud aprobó el Plan de Abordaje de las Terapias Avanzadas en el Sistema Nacional de Salud: Medicamentos CAR. En dicho plan se establecía un modelo organizativo basado en una red de centros para el uso de estos medicamentos. Este sistema estaba integrado por 11 centros, más tres asistenciales adicionales y uno con carácter excepcional que se distribuían así: siete en Barcelona (dos de ellos adicionales), tres en Madrid (uno de ellos adicional), dos en Valencia, uno en Salamanca, uno en Sevilla y uno en Canarias (excepcional).
En 2021 el Hospital Clínic de Barcelona consiguió la autorización para la primera terapia CAR-T pública
Recientemente, se han incorporado a esta red 14 establecimientos nuevos (diez designados y otros cuatro adicionales). Así, habrá uno en Santander, dos en Andalucía, al igual que en Murcia, y cinco en la Comunidad de Madrid. Los hospitales adicionales se ubican en Oviedo, A Coruña, Palma de Mallorca y San Sebastián.
A este respecto, en febrero de 2021, los profesionales del Hospital Clínic de Barcelona, consiguieron la autorización para la primera terapia CAR-T desarrollada fuera del ámbito de los laboratorios privados, y de la industria farmacéutica, en la Unión Europea. Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), piden "el desarrollo y la producción de terapias avanzadas dentro de los hospitales públicos. No solo son una buena noticia para los pacientes afectados sino para el conjunto del Sistema Nacional de Salud que consigue alternativas de tratamiento tan eficaces y seguras como las que desarrolla la industria farmacéutica".
Acceso desigual
En noviembre del año pasado, la Conselleria de Salud de la Generalitat anunció que había incluido la oncología de precisión en la cartera de servicios del sistema sanitario catalán para determinar de forma más específica los tratamientos de cáncer. Por su parte, Andalucía ha puesto en marcha un programa pionero de formación en medicina de precisión para sanitarios.
No obstante, el alcance de esta tecnología es desigual en el territorio español. De hecho, como recoge la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud, actualmente en nuestro país no hay una definición clara de cómo se debe implantar la oncología de precisión en los servicios sanitarios, tampoco criterios de calidad para evaluar los resultados de estos biomarcadores ni financiación.
En este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), Álvaro Rodríguez-Lescure, en declaraciones a Efe, explicó que el diagnóstico molecular por biomarcadores no se contempla como tal en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud y, por ende, cada consejería de Sanidad de cada comunidad autónoma busca cómo acceder, "por lo que se genera un muro de injusticia y una extrema incertidumbre en el paciente".
Junto a esto, otro problema radica en la fijación del precio de los fármacos innovadores para su financiación por el Sistema Nacional de Salud. El proceso de fijar precio, apunta Rodríguez-Lescure, arrastra demoras de meses, incluso de un año, lo que convierte en inoperante una innovación terapéutica que podría proporcionar mucho alivio al paciente.
Como recuerda el presidente de SEOM, el coste anual del cáncer para el Sistema Nacional de Salud es de 19.300 millones de euros y la aplicación de técnicas genómicas podría ahorrar, al menos, 180 millones por cada 100.000 casos.