
La actividad agrícola, para ser sostenible, tiene que ser rentable. Bajo esta máxima, la multinacional de la alimentación Kellanova, propietaria de la marca de cereales Kellogg's, desarrolla desde hace más de una década el programa Origins en el Delta del Ebro con el objetivo de impulsar los cultivos sostenibles de arroz en la zona y abastecer con materia prima local y de proximidad a su planta de Valls (Tarragona).
Desde este complejo, levantado a comienzos de los años 80 del pasado siglo, se distribuyen a más de 20 países de Europa y Oriente Medio referencias como Special K, Corn Flakes o los Choco Krispies, gracias a una producción que supera los 200 millones de paquetes de cereales al año y que en el caso del desayuno de arroz chocolateado, se abastece al 100% de campos españoles como los del Delta del Ebro.
Estos campos son el ejemplo de que la agricultura sostenible puede serlo tanto a nivel económico, social como medioambiental, ya que ha logrado aumentar el rendimiento por hectárea en los cultivos participantes en un 17,8% sobre el resto de arrozales de la zona no integrados en Origins. Esta mejora ha supuesto un beneficio medio de 353 euros por hectárea cultivada, explica Mar Catalá, responsable técnica del programa e Investigadora del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) cuya estación en el Delta del Ebro es el motor de Origins.
Además de esta mejora evidente en la rentabilidad, la responsable del programa destaca el fuerte impacto social que ha tenido en la zona donde el número de participantes ha pasado en diez años de 16 agricultores a cerca de un centenar, con una presencia femenina que ha evolucionado de una pionera a 18. Asimismo, el programa ha servido para paliar uno de los problemas que sufre el campo a nivel nacional con la falta de relevo generacional, ya que la implicación de jóvenes en Origins ha pasado de 8 a 31 participantes desde su arranque. Este crecimiento ha llevado a Kellogg's a 'fidelizar' en estos años al 25% de los arrozales de la zona, pasando de una superficie cultivada de 1.075 hectáreas en 2013 a más de 5.000 en la actualidad.
El motor del IRTA
Para llegar a estos resultados, ha sido fundamental la labor del centro de investigación dependiente del Departamento de Agricultura de la Generalitat de Catalunya, que ha apostado por compartir en abierto todos los resultados de las investigaciones realizadas en su finca del Delta del Ebro en las que ha trabajado de manera directa con los agricultores de la zona. Su enfoque ha sido muy claro: encontrar soluciones a los retos a los que se enfrentan los cultivos de la zona como el de mitigar los efectos del cambio climático y adaptarlos preservando la biodiversidad de un ecosistema frágil y de alto valor medioambiental que fue declarado Reserva Natural de la Biosfera de Unesco en 2016.
El programa cuenta con unas parcelas "vitrina" aportadas de manera voluntaria por los arroceros donde los técnicos del IRTA exponen en vivo las mejores prácticas agrícolas, con asesoramiento in situ y que son sometidas a monitorización agronómica. Toda la información obtenida del contacto directo con los agricultores se comparte con todos los participantes tras realizar un análisis de resultados a través de una exposición conjunta y que Origins no tiene problema en publicar para su consulta abierta para el resto de agricultores de la zona y tratar de que se sumen al proyecto.
Durante la fase de formación en la estación del IRTA, que dura entre dos y tres meses, los agricultores son instruidos en aspectos como las mejores prácticas en el cultivo de arroz, planes de fertilización o qué especies son perjudiciales y cuáles no para las plantas. Asimismo, el programa comparte fichas técnicas a través de canales online y resultados en grupos de discusión para fomentar la transferencia de conocimiento y experiencias.
En estos años, los participantes se han beneficiado de ensayos con fertilizantes nitrogenados; la introducción de la teledetección con herramientas de diagnóstico nutricional; pruebas sobre el uso de los cultivos invernales como las leguminosas o las gramíneas como abonos verdes para la mejora de la riqueza de los suelos; o la evaluación del impacto de los 22.000 lirios amarillos plantados en los márgenes de los campos para reducir el daño de las galerías cavadas por una especie invasoras como el cangrejo rojo americano. A esta medida de impacto positivo sobre la biodiversidad de la zona se suman otras como la instalación de nidos de murciélagos y casetas para golondrinas para controlar posibles plagas de insectos aumentando a la vez las áreas de nidificación para estas especies insectívoras, así como la creación de hoteles para insectos que cumplen una función positiva en los cultivos.