
No es un fenómeno nuevo, históricamente ha acompañado a la Humanidad. El Planeta es un elemento vivo que engloba a su vez una serie de seres que viven en él, entre especies animales y vegetales. La investigación de este fenómeno se atribuye inicialmente a los egipcios, entre el 3200 y el año 30 antes de Cristo, que destinaron mucho tiempo y esfuerzo en ver cómo las variables físicas climatológicas incidían en el entorno. Al hablar de variables físicas nos referimos a fenómenos como la lluvia, la humedad, la niebla, la variación de la temperatura, la presión, etc. Posteriormente estudiosos como Hipócrates en la antigua Grecia analizaron este fenómeno. No obstante, de forma más reciente, podemos definir la meteoropatía o metereosensibilidad como el cambio en el comportamiento, o los efectos experimentados por un ser vivo ante picos de incidencia de determinadas situaciones meteorológicas concretas, imprevistas, anormales y anómalas. Se trata de una serie de cambios que están sucediéndose en el patrón habitual de la climatología, y que afectan a todos los seres, de un modo u otro.
¿Cómo incide botánicamente, y por ende, en el olivo? Este comportamiento meteorológico, radical en cierta medida, y anómalo, incide de forma muy distinta, pues el olivo sigue un proceso fenológico habitual de comportamiento en cada punto cronológico habitual, y en su evolución normal. Lo que sucede es que se producen cambios inesperados e impredecibles climatológicos en determinados momentos como, por ejemplo, heladas anormales, lluvias en momentos no habituales, altas temperaturas, vientos anormales, etc. Un ejemplo claro de este impacto es lo que ha sucedido con el rendimiento graso de la aceituna en el ámbito internacional, faltando de media del orden de 1,3 puntos porcentuales de grasa en el planeta, es decir, unas 300.000 toneladas de aceites de oliva, pues la evolución climatológica no se ha correspondido con el proceso evolutivo fenológico del fruto, teniendo este efecto mayor incidencia, sobre todo, en variedades como la picual.
Debido a ello, la investigación en la obtención de nuevas variedades y la experimentación del comportamiento de otras ya existentes, es vital para prevenir la meteorosensibilidad en el olivo, que cada vez será más habitual. No obstante, esta meterosensibilidad también está provocando que, en lugares como Canadá, pueda ser cultivado el olivo, cuando en circunstancias normales hubiese resultado imposible.
¿Cómo podemos tratar de evitar o prevenir estas situaciones? Realmente, evitarlo es imposible y, además, hemos de recordar que aunque siempre tienen efectos negativos, también tienen efectos positivos. Por ejemplo, la situación actual es negativa por la falta de producción en la olivicultura en general, pero aquellos que hayan tenido cosecha sí que están disfrutando de precios inéditos por lo alto de los mismos, y ello se está dejando ver en la renta neta de esta minoría, que sí que existe. Luego los efectos de la meteorosensibilidad podrían resultar ser, a veces, una oportunidad.
Para prevenirlo lo ideal es, en primer lugar, estar especialmente informado, y muy atento a los potenciales cambios climatológicos inesperados y haber previsto desde el punto de vista preventivo, (tratamientos de prevención térmica, nutrientes que se adapten a las lluvias anómalas, protectores para bajas y altas temperaturas, variedades adecuadas a nuestro entorno, etc.).
La innovación es fundamental y la información suministrada por drones, elementos de medición (como sondas de temperatura, de humedad, etc.) y satélites es fundamental para poder interpretarla y establecer medidas para protegernos en situaciones provocadas por la meteorosensibilidad.
Y por otro lado, la investigación en la creación de nuevas variedades, y estudio de otras ya existentes que se adaptan más al entorno, necesitando menor dotación de agua, enverando en el momento adecuado, siendo más resistentes a las heladas, y a situaciones extremas de calor, y que florezcan de forma previa o más tardía, en función de los efectos de la meteoropatía, resultaría fundamental para nuestra agricultura.
En definitiva, la expresión agricultura de precisión, sostenible e innovadora, es la forma más correcta, y adecuada de poder posibilitar que la meteorosensibilidad nos afecte de la forma menor posible, y si lo hace, que sea de forma positiva.
Este ha sido un fenómeno, que aunque se estudia desde hace más de 5000 mil años, está resultando familiar de manera contemporánea, pues debido a manifestaciones climatológicas trasladadas al comportamiento fenológico del olivo, se han producido, por inducción, situaciones inéditas que han llevado a la producción a ser anormalmente baja y que con un comportamiento estable de la demanda en el corto plazo, elevó los precios de los aceites de oliva en origen a las cotas más altas jamás experimentados históricamente. Y no sólo está siendo la pertinaz sequía, también mediante lluvias impropias para el momento provocando un lavado de polen del ambiente. Del mismo modo, se materializó mediante temperaturas anormalmente elevadas que, con la brisa, quemaron la flor, o por distintos mecanismos de comportamiento inadecuado en momentos distintos, provocando una descoordinación entre evolución fenológica y cronología climatológica, que ha mermado el contenido graso del fruto, como efecto más reciente.
*Juan Vilar Hernández es analista oleícola internacional, consultor estratégico, profesor de la UJA y agricultor