
Del cielo al infierno en solo unos minutos. Alfonso Jiménez pasó de tocar el cielo el pasado 25 de enero con su empresa, Cascajares, al terror más absoluto.
Eran poco más de las tres de la madrugada del día 26 cuando sonó su móvil. "A esas horas no podía ser nada bueno", recuerda. "Era mi director general para decirme que la fábrica se estaba quemando". Inmediatamente se vistió y se fue a la fábrica. Jiménez explica que en ningún momento se le escapó una lágrima, porque ante el sufrimiento de sus trabajadores, debía de ponerse al frente. "Les pedí a los bomberos que no se la jugarán. No había nadie en peligro y ya estaba todo perdido", asegura.
Tan solo 15 días la empresa había retomado la producción en otra planta y tenía ya en marcha la reconstrucción. "No dormía por las noches, tenía pesadillas y veía las vigas de la fábrica cayéndose con el incendio. Mi mujer me llegó a decir que lo dejara, pero no podía. Me salió de dentro una fuerza especial y decir seguir adelante. Por los empleados, por los proveedores, por mis hijas, que no paraban de llorar", explica.
Reapertura
Tras la reapertura de la nueva fábrica el pasado 2 de octubre, en la que han trabajado 80 personas a diario, la compañía vuelve ahora a crecer con fuerza y tras triplicar su capacidad en kilos, hasta los tres millones, prevé un fuerte crecimiento. "La campaña de Navidad pinta muy bien porque vemos un gran apoyo social y la gente quiere ayudar y esperamos crecer un 15% haciendo 700.000 cenas", asegura Jiménez. Pero no solo es eso. Según el presidente de Cascajares, "estamos ultimando ahora un plan de crecimiento con el que aspiramos a duplicar nuestro tamaño en los próximos tres años", lo que permitiría a la empresa alcanzar una facturación de 30 millones de euros. La empresa, que tiene una fábrica en Canadá y vende fuera el 70% de su producción, prevé además acelerar el desarrollo internacional.
Tras conservar a toda su plantilla, ha puesto en marcha además un plan para reforestar ahora la Sierra de la Culebra, en Zamora. "Uno de los primeros que me llamó para ayudar fue José Andres. Me preguntó que qué podía hacer y le pedí que nos hiciera una receta, una pularda rellena asada a la que llamamos Áve Fénix. Vamos a plantar por cada una que se venda un árbol para reforestar la Sierra de la Culebra en Zamora. Serán 30.000 árboles", dice orgulloso.