
El cambio climático no está provocando exclusivamente inundaciones, huracanes o subidas del nivel del mar, también es el responsable de la desertificación y prueba de ello es el río Mississippi. Antaño, por esta vía fluvial se transportaban alimentos, madera, carbón y acero con destino a los mercados internacionales. Ahora, en cambio, lleva tan poca agua que los barcos se quedan encallados, provocando atascos en la cadena de suministros y pérdidas que podrían alcanzar los 20.000 millones de dólares.
En un año normal, el Mississipi y sus afluentes ven pasar más de 450.000 toneladas de soja, maíz, piensos, grava, petróleo, fertilizantes, sal y alcohol, entre otros bienes, en barcazas que pueden transportar hasta 16 vagones de tren, según el Departamento de Transporte de EEUU. Sin embargo, este verano ha sido más seco de lo normal y los niveles de agua se encuentran en mínimos históricos. Y, por si todo esto no fuera suficiente, tampoco hay perspectivas de que llueva abundantemente en un futuro cercano.
El resultado es que, a mediados de octubre, había casi 100 barcos con 1.369 barcazas parados en el río Mississippi sin poder pasar, mientras que otros 50 se encontraban en el Golfo de México esperando para cargar las mercancías, según publica Bloomberg.
Dado que lo normal era preocuparse por el exceso de agua -y no la falta de la misma-, esta situación deja pocas opciones. Una de ellas pasa por cargar menos peso en las barcazas. El problema es que, aún así, es frecuente que tengan que deshacerse de parte de la misma a mitad de camino para no encallar. Otra alternativa es cambiar de ruta, lo que, en muchos casos, también obliga a reducir el cargamento de cada envío -ya que las otras vías fluviales son más pequeñas- y, encima, es más caro.
Por otro lado, esta sequía se ha producido en el peor momento: la época de la cosecha, cuando los agricultores recogen los sembrados y preparan el terreno para la próxima temporada. Como consecuencia, ni pueden enviar sus productos ni pueden recibir los fertilizantes a través del Mississippi, lo que les está obligando a buscar alternativas más caras, como el ferrocarril -constantemente amenazado por huelgas sindicales-, otras rutas marítimas más largas o directamente el almacenamiento de sus mercancías.
Como era previsible, la sequía y los consiguientes atascos en el sistema de transportes se están dejando sentir en las tarifas de las barcazas. En un año, el envío de una tonelada de soja por barcaza desde San Luis se ha encarecido casi un 400%, hasta alcanzar los 80,12 dólares. Esto, combinado con el coste más alto de los fertilizantes, así como el de las semillas y el combustible, está reduciendo drásticamente los beneficios de los agricultores.