Política

Rajoy: seis años, cinco meses y 11 días bajo la losa de la corrupción

  • Sorteó el rescate, reformó el mercado laboral y el PIB se recuperó
Mariano Rajoy

Experto en gestionar los tiempos, Mariano Rajoy no ha tenido ojos esta vez para adivinar dónde y cuándo se iban a detener las manecillas de su reloj, después de aprobar el miércoles de la semana pasada los Presupuestos Generales. Preconizó hasta en dos ocasiones que Pedro Sánchez jamás llegaría a ser presidente del Gobierno, pero una carambola del destino llevará hoy mismo a Sánchez a La Moncloa con la ayuda inestimable del PNV, que por "ética y responsabilidad" vio más conveniente apoyar al secretario de los socialistas que al de los populares.

No ganaban nada los jeltzales sosteniendo a Rajoy en la bancada azul del hemiciclo, indicaron. Y es que, al final, la corrupción y la larga lista de casos (Gürtel, Bárcenas, Púnica, Lezo, Brugal, tarjetas black, étcetera) implicando a destacados dirigentes del partido de Rajoy con imputaciones, dimisiones, crisis de Gobierno y detenciones intermitentes (Cristina Cifuentes, Ignacio González, Rodrigo Rato, Francisco Camps, Francisco Granados, Luis Bárcenas, Pedro Antonio Sánchez), sí que ha restado en las urnas (137 escaños), aunque el PP se hartó de decir que asuntos como éstos se amortizan y no pasan factura.

Y sí que pasó factura. Tan cierto, que la losa de la podedrumbre política ha perseguido como un fantasma a Rajoy durante seis años, cinco meses y 11 días. Constatable es que la corrupción ha quitado brillo a logros económicos como sortear el rescate de la UE (2011), aprobar la reforma del mercado laboral (2012), introducir el factor de sostenibilidad y el índice de revalorización de las pensiones (2013) y dar luz verde a un reforma fiscal que modificó IRPF, Sociedades e IVA (2014), o el Fondo de Liquidez Autonómica -FLA-, que ayudó a mejorar la financiación de muchas instituciones y sobre todo de rebajar sus déficit y el de la deuda pública a nivel general.

En el capítulo de las sombras, el Ejecutivo de Rajoy aprobó el mayor recorte de la historia y una notable subida del IRPF nada más pisar el Consejo de Ministros, al tiempo que anunciaba su disfrazada amnistía fiscal (2012), acertando con el endurecimiento de las sanciones tributarias y del acoso a evasores. Además, el grifo de las inversiones tuvo que cerrarse, siguiendo a pie juntillas la disciplina de la UE.

El gran desafío

La gestión del desafío soberanista catalán tampoco ha ayudado a coronar la traumática salida de Moncloa. La celebración del 9-N en 2014 convocado por Artur Mas, las amenazas del 1-O de Carles Puigdemont, las jornadas del 6 y el 7 de septiembre de 2017 en el Parlament, finalmente la constatación del referéndum independentista del primero de octubre y la consecutiva fuga del expresident a Bruselas, viajando por el viejo Continente con el CNI pisándole los talones, los pocos réditos de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el fallo del control de las cuentas públicas de la Generalitat, y un sinfín, incluso de leyendas negras, aportan la muestra científica que hizo perder al PP de Cataluña nada más ni nada menos que siete escaños de 11 en las últimas elecciones, lo que directamente les mandó al Grupo Mixto.

Sin adivinar del todo estos avatares, Mariano Rajoy arrancó la primera legislatura en el fragor de la mayor crisis económica de la democracia heredada de José Luis Rodríguez Zapatero, y con el desconocimiento de un agujero de deuda pública de 70.000 millones de euros. Fueron cuatro años de mayoría absoluta que, salpicados desde el principio por la corrupción, desembocaron en una segunda en funciones, y luego, tras la marcha de Pedro Sánchez y la abstención del PSOE, en una tercera y efímera.

Cuando el nombre de Rajoy apareció por primera vez en el BOE como presidente del Gobierno, España tenía un PIB del -1%, seis años y medio más tarde indicador alcanza un 3% en positivo. En lo relativo al dato del paro, en 2011 España tenía una tasa del 22,56% (subió aún más hasta 2013, con un 26,06%), y en la actualidad el porcentaje es de 16,74. En cuanto a la deuda pública, en 2011 era del 64,50%, mientras que en 2018 este indicador se eleva hasta el 97,60.

Eso sí, no hay que olvidar que esta tasa ha llegado a alcanzar el 100,40% en 2014. Y, a propósito del déficit, España rondaba el -9,60%, mientras que a día de hoy es del -0,38. Esta será la herencia que el todavía presidente del Partido Popular entregará, habiendo superado varios Presupuestos, techos de gasto y en la última etapa, después de la legislatura en funciones que propició Pedro Sánchez durante nueve meses en 2016, un rosario de dificultades, sobre todo en este annus horribilis, a falta de diputados para aprobar leyes y conseguir que no se derogaran las ya aprobadas.

Un liderazgo vulnerable

Claro que no solo las malas prácticas de algunos dirigentes políticos -Rajoy llegó a estimar que entre 10 y 15 a lo sumo-han sido las únicas razones de que el Gobierno del Partido Popular no haya proyectado una imagen en positivo, y haya logrado romper la barrera del sambenito de la mala comunicación, teniendo en cuenta el cuadro de datos macroeconómicos valorados por analistas, agencias de calificación internacionales, y lo más importante, por nuestros socios europeos.

El encallado y actual asunto de la sucesión de Rajoy, que ahora ya no se podrá tapar, constituye otro de los obstáculos por los que la labor del Gobierno se ha visto empañada. La falta de determinación del expresidente de despejar la incógnita, quién sabe si para no liar más la situación, ha hecho de Rajoy el pim, pam, pum de la oposición, pidiendo su cabeza cada dos por tres y haciendo de su liderazgo un liderazgo vulnerable. De hecho la moción prosperada que ayer le desalojó de La Moncloa no es la primera. En junio del año pasado superó una presentada por Pablo Iglesias. Entonces el reloj no se paró.

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