
Proliferan los análisis que ya sabían lo que iba a ocurrir y cuales eran los instrumentos que lo habrían evitado. Seguro que quienes tienen temporalmente la responsabilidad de dirigir el país habrían agradecido tan importantes pronósticos y tan acertadas estrategias que por supuesto ninguno de los pitonisos acierta a concretar.
Puigdemont y Junqueras han sustituido los pretendidos resultados del inexistente referéndum por el verdadero resultado que claramente buscaban: las escenas de la intervención policial. Sobre esa actuación legal, ordenada por la Justicia, se han construido en pocas horas una serie de falsas verdades que repiten independentistas, partidos de la oposición, ciudadanos indignados y deportistas de élite. Ningún agente antidisturbios llegó a colegio electoral alguno dando porrazos. La policía contestó a la resistencia violenta con las armas que le confieren las leyes y el cumplimiento estricto de la legalidad, que otorga a las Fuerzas de Seguridad la opción extrema de usar la fuerza para mantener la legalidad y el orden.
Será oportuno comprobar hacia quién va dirigida la petición de responsabilidades por las cargas policiales que se ha anunciado. Seguro que se encaminarán hacia la juez Mercedes Armas que escribió de su puño y letra el auto con las órdenes concretas de lo que ha ocurrido.
Los "resultados" ofrecidos por la delirante comparecencia del domingo tienen una particularidad que acerca más aún la situación a lo que ocurre en Venezuela, por poner un ejemplo de democracia de ínfima calidad: los síes, los noes, los blancos y los nulos sumaban más del cien por cien (100,88%). Comparecer públicamente en la madrugada del día 2 de octubre sonriendo y esgrimiendo esos datos increíbles es sólo un detalle más de todo este espectáculo. Si además se pudieran explicar las imágenes de ciudadanos votando varias veces en distintos "colegios" y grupos de personas metiendo docenas de papeletas sin control alguno
Hay un vector más para la indignación general de los españoles. El papel jugado por los informadores de prestigiosos medios de comunicación que han narrado lo ocurrido en Cataluña como la actuación de un Estado represor, exactamente el mismo argumento que el de los golpistas. Habría que exigir al menos para ejercer este oficio en un país que no es el tuyo haber leído las leyes por las que se ordena la convivencia democrática. Los sueños de reencarnarse en Hemingway y Capa son maravillosos, pero no se corresponden con lo que en realidad ha pasado aquí.
Que se pregunten nuestros reconocidos colegas cómo en el Elíseo o en la Cancillería habrían ordenado la represión de comportamientos violentos, o mejor aún, que revisen lo que ocurrió en las cargas policiales de Hamburgo durante el G-20 el pasado julio (400 policías heridos) o las imágenes de los golpes a manifestantes franceses en la protesta contra la reforma laboral francesa hace sólo tres semanas (casi una decena de heridos).