
A los políticos españoles les gusta decir que ellos no trabajan con futuribles. No es cierto. El género especulativo es uno de los más cultivados. Diariamente, un ejército de asesores dedica parte de su tiempo a escudriñar escenarios y redactar informes con ecuaciones y variables según esto, según lo otro. Y el de este domingo, el de las primarias socialistas, es sin duda uno de ellos.
Sobre esta cuestión, hasta ayer, el Gobierno de Rajoy ha procurado mantener un perfil bajo. Ha evitado pronunciamientos, porque ya se sabe que 'perro no come a perro'. Así que, pocas valoraciones, y más cuando éstas pueden ser utilizadas en contra de alguno de los aspirantes a la Secretaria General del PSOE. Sin embargo, este viernes, tras el Consejo de Ministros, el portavoz del Ejecutivo hizo una pequeña concesión. El Gobierno "no quiere radicalismos", afirmó. Porque "lo que interesa a los españoles es la centralidad. Sobre todo, después de haber pasado los años malos". "Por eso -añadió- no se entiende ahora a este Partido Socialista que hace unos meses aprobó el objetivo del déficit y el techo de gasto, y hoy enmienda los Presupuestos".
Las palabras de De Vigo eran claras y concisas. Pero ni con esas el portavoz del Gobierno logró despejar el fantasma del botón nuclear abonado por las cientos de tesis publicadas. Es decir, la convocatoria de elecciones generales en el caso de que el dirigente madrileño ganara las primarias. Desde principios de mayo, el presidente del Gobierno tiene facultades para hacerlo. Y todo por un pálpito, que más que anidar en el corazón de Rajoy, preocupado por el crecimiento de la economía española y la generación de empleo, anida en el resto del PP. "Pedro Sánchez es imprevisible e impredecible. Le puede dar por hacer cualquier cosa. Diría a todo que 'no', y como ya hizo el 20-D, se puede tirar a la piscina y presentar una moción", una moción que en ningún caso estaría apoyada por Ciudadanos, quien ha querido distanciarse ante la posible resurrección.
A Pedro Sánchez no le sería fácil embarcarse en una moción contra Rajoy. Antes que eso, si ganara las primarias -descartando a Patxi López, lo que está por ver en el difícil juego a tres, y suponiendo que Susana Díaz se quedé con la miel en los labios-, la primera revolución empezaría en Ferraz y luego en el Grupo Socialista en el Congreso. En los últimos días, el exsecretario se ha esforzado en convencer a sus adversarios de su espíritu pacífico y reconciliador. Claro que también ha exigido a los que le desterraron del cargo que pidan perdón por abstenerse en la investidura de Rajoy. Las hostilidades no están a la vuelta de la esquina. Los 'susanistas' sospechan que correrán cabezas. Esperan una brecha, ajuste de cuentas, y también el abandono de algunos diputados, aunque no antes de que se celebre el Congreso fechado para el 17 y 18 de junio, momento en el que se cierre el reparto de fuerzas dentro del Partido Socialista.
Con un Pedro Sánchez de vuelta se vería hasta qué punto contaba con apoyos y adhesiones o hasta dónde llegaban las imposiciones de la gestora. Además, no es lo mismo dar órdenes desde su escaño, a escuchar a sus escuderos desde la tribuna de invitados. Tampoco es lo mismo tomar iniciativas con 85 diputados, que hacer un bloque con Podemos para diferenciarse de lo que PSOE, PP y Ciudadanos han sacado adelante en lo que va de legislatura. Por otra parte, si hubiera elecciones, nadie le garantiza que, en el caso de querer ir de la mano de Podemos, uno y uno sumen dos. Porque en política ya se sabe por experiencia, que normalmente uno y uno no llega a tres cuartos. Y si no que se lo pregunten a Podemos e IU. El último pronóstico les da una pérdida de 1.500.000 votos con respecto a las elecciones del 20-D. También dicen que, si bien a Sánchez le viene bien Rajoy para sustanciar el centro de su pensamiento, a Rajoy le podría venir mejor que su nuevo contrincante en la oposición fuera Pedro Sánchez, a quien ha ganado ya en dos contiendas. ¿Y qué decir si Sánchez concurre con un partido de factura propia? "Entonces estaríamos abocados al futuro del socialismo francés. Es decir, a la descomposición más absoluta", afirman dirigentes del PSOE.
Lo que es diáfano para los populares, aunque oficialmente actúen como imparciales suizos, es que "Susana Díaz es mejor candidata que Pedro Sánchez". De aquí a Lima. "Susana tiene más peso. El mundo de la economía la respeta -admiten fuentes populares-. No da miedo, no es como Sánchez. Ella se prepararía durante un tiempo. Creemos que necesitaría dos años al menos. Y en ese tiempo, entre una de cal y otra de arena, pero pactando cuestiones de Estado, podríamos seguir trabajando en la legislatura", señalan a elEconomista.
El triunfo de Susana Díaz se adivina más tranquilizador para el futuro del PSOE. Aunque hay quien piensa que si gana Sánchez al PSOE le quedan seis meses, y si gana Díaz dos años. Al margen de estos augurios, la andaluza, de antemano, consolida un espacio central y convoca más simpatías en el Parlamento español, que no sabe si tiene que hacer las maletas de nuevo o tomarse unas tranquilas vacaciones de verano.
No obstante, el reto de Díaz es harto complicado. La presidenta andaluza tendrá que enamorar al 'sanchismo', decidir qué hacer con la Junta, y tendrá que preparar un proyecto que le diferencia de Podemos. Y al tiempo, tendrá que hacer oposición a Rajoy. ¿Y si éste convoca elecciones antes de dos años? Entonces, seguramente tendrá que rezar.