
Soto del Real es un penal con inquilinos ilustres. A Gerardo Díaz Ferrán, Luis Bárcenas o Pujol Ferrusola se une ahora Ignacio González, el expresidente de la Comunidad de Madrid, acusado de varios delitos -organización criminal, malversación de fondos públicos y blanqueo de capitales, entre otros- en el marco de la 'operación Lezo'.
González ha cumplido ya su primera semana en prisión, que no ha estado exenta de algunas anécdotas. Según publica el diario El Mundo, que cita fuentes de funcionarios del penal y trabajadores del mismo, el expresidente ya ha sido increpado por algunos presos, que le han llamado "chorizo" o "sinvergüenza", insultos que ha encajado con calma y discreción.
La mano derecha de Esperanza Aguirre se encuentra en un módulo con presos de delitos menores y delincuentes que superan los 60 años.
Aseguró al psicólogo de la cárcel madrileña que se encontraba "muy entero", por lo que no le han aplicado protocolo antisuicidios aunque han permitido que comparta celda con su hermano, para facilitarle la adaptación e impedir que se hunda emocionalmente.
Ambos acudieron al economato de la prisión para adquirir una televisión de 22 pulgadas por 210 euros, aunque el expresidente se quedó con las ganas de ver el partido Real Madrid-Barcelona de Liga. Los funcionarios tuvieron que explicarle que en Soto del Real solo pueden sintonizar los canales de TDT, por lo que Movistar Plus u otros canales de pago no son accesibles.
También se sorprendieron ante la cuestión del político sobre la salubridad del agua. "Es del Canal de Isabel II", le contestaron con sorna, en alusión a la trama que ha destapado su enriquecimiento ilegal.
En estos primeros días, González ha tenido tiempo de familiarizarse con la biblioteca, de donde ha tomado en préstamo varios libros de historia, y se ha interesado por las clases deportivas. Entre el spinning y el curso de petanca, se ha terminado decantando por el tradicional juego, que le permitirá establecer relación con otros compañeros de presidio.
Al exdirigente del Partido Popular le toca ahora adaptarse a una vida sin los lujos a la que no está acostumbrado. Aunque dispondrá de 100 euros semanales para usar en el economato, la sobriedad de las comidas en la prisión -macarrones, yogures a punto de caducar, pan con mantequilla de desayuno- podrán provocarle más de un disgusto. Aún le esperan varios meses para cogerle el gustillo.