Bautizar la corrupción española. Ese arte. Blas de Lezo, el legendario y dieciochesco almirante español, le ha prestado el nombre a una nueva correría corrupta del Partido Popular. Y al igual que el marino, los populares también andan buscando estos días el ojo, el brazo y la pierna que han perdido en medio de la refriega. Como olas de un mar revuelto, las tramas corruptas golpean una tras otra la arena ciudadana, sin mayor destino que morir en la orilla. Echan espuma unos días, a lo sumo unos meses, y se diluyen para volver al mismo océano del que proceden, llevándose en el mejor de los casos la toalla de algún incauto.
Esta vez le ha tocado pasar por el cadalso al expresidente de la comunidad de Madrid, Ignacio González, el del mechón blanco, el mismo que reposaba desde hacía tiempo en su tumba política, esperando la más que probable pala de tierra en forma de operación policial. Y esta lo tiene todo, presunto mediante: dinerito fresco al bolsillo, merma de lo público, organización para el delito, húmedos calabozos, perros buscando billetes perdidos, maniobras oscuras del poder judicial, empresarios de chequera alegre, coches de la Guardia Civil a la puerta de multinacionales, periodistas jugando a los mafiosos, chivatazos de altura... guión de sobra para una trilogía a la que no hubiese podido contraprogramar ni una invasión venezolana del Peñón de Gibraltar.
Aunque no hace falta ser muy conspiranoico para sugerir que estas partidas se juegan en otras mesas. Casualmente la bomba de la Operación Lezo ha estallado con Esperanza Aguirre prestando una testifical con retrogusto imputable y con Mariano Rajoy en una tienda de electrodomésticos decidiendo las pulgadas de la pantalla desde la que va a declarar en Gürtel. Y también con un autobús colorido dando vueltas por Madrid y gente disfrazada de rana. Ay, el timming. Se hace crudo pensar que la correlación de desencuentros en el seno del poder sea el motor que mueve los delicados hilos de la Justicia, así, con mayúscula. O tal vez todo es producto de la coincidencia. También puede que González no tuviera tiempo de ordenar un par de cosas antes de los siempre impactantes registros. Quién sabe. Incluso quizás Cristina Cifuentes no salga reforzada tras el golpe de gracia al Aguirrismo. Bueno, eso no.
El caso es que una vez más, pasará poca cosa. El inexorable mecanismo se pondrá en marcha y del "dejemos que actúe la justicia" se pasará al "eso forma parte del pasado" una vez que los abogados mejor pagados paren el reloj de los jueces con dilatantes estrategias. Mientras, la oposición vuelve a dejar patente que la única alternativa posible es el Gobierno de lo único posible en estos momentos. Porque una vez más, los partidos opositores padecen de paroxismo ante cualquier berenjenal en el que se meta el PP, incapaces no ya de articular una alternativa conjunta sino de generar algún tipo de movimiento en el tablero institucional. Otra oportunidad perdida.
PSOE: yo más que tú

Ciudadanos: presuntos implicados

Podemos: 'tramabús' y poco más
