
Cualquier estratega sabe lo temerario que resulta despreciar al adversario. Cuántas batallas se perdieron por pensar que el enemigo era débil. Cuántos políticos hicieron cumbre porque sus rivales pensaron que no tenía media bofetada. Éste ha sido el caso de Pedro Sánchez, el hombre que hoy se sitúa en el centro del tablero político y sobre el que pivota el futuro inmediato de España. 'elEconomista' lanza #RetíreseSrRajoy.
El propio Sánchez se cuestionó a sí mismo antes de competir por la secretaria general del PSOE y antes de que propios y extraños pusieran en cuestión sus capacidades y su liderazgo. Ya en la pugna por la dirección del partido recibió apoyos descreídos de quienes lo imaginaron manejable o como una solución transitoria para otros devenires. Después, sus adversarios de otras formaciones se felicitarían públicamente de tener enfrente a alguien que les parecía fácilmente abatible. Es verdad que Sánchez incurrió en errores que alimentarían esa creencia.
Desde los desdenes del PP a las diatribas sangrantes de Podemos, de todas direcciones recibió fuego graneado el candidato socialista por el que ni muchos de los suyos apostaban. Hasta el más respetuoso con las formas, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, llegó a acuñar en campaña electoral aquel irónico "salvar al soldado Sánchez" que le presentaba como un candidato desesperado.
Así ha transcurrido la carrera de Pedro Sánchez Pérez-Castejón desde Julio de 2014, en que se alzó con la dirección del partido, hasta la semana pasada en que recibió del Rey el encargo de intentar la investidura como presidente del gobierno de España . De momento, el soldado Sánchez se resiste a morir. Bien es verdad que ha contado en su resurgir con la inestimable ayuda de Mariano Rajoy. Declinar el encargo del Rey, después de cuarenta días de pasividad absoluta, fue un error táctico tremendo que ha permitido al candidato socialista presentarse ante la ciudadanía como un político diligente y decidido a desbloquear la situación para sacar al país del apuro.
En abierto contraste con el inmovilismo del todavía inquilino de la Moncloa, el soldado Sánchez muestra su disposición a tomar la iniciativa y echarse encima la tarea de forjar el acuerdo por el cambio. Labor ciclópea con un ejército de solo 90 diputados y su pretensión de trabar alianzas con Iglesias y Rivera , que se antojan inviables al manifestar el primero que ni se sienta mientras no rompa con el segundo. A pesar de ello, cuando, horas antes , el líder socialista decía que "esto empieza bien" y que "le dejaran soñar con el acuerdo", no significaba que fuera un iluso . Sánchez era consciente de lo que se podía encontrar pero también que la propia tentativa de convencer a unos y a otros ya resultaba altamente rentable.
El intentarlo, además de un protagonismo superlativo, le proporciona la ocasión de proyectar su centralidad política y significar el carácter dialogante en favor de una entente transversal . Aunque no logre su objetivo, el viaje ya le merece la pena porque dejará en evidencia a los intransigentes en un momento en que los españoles, según las encuestas, se declaran mayoritariamente a favor de salir del trance por la vía del diálogo. Es decir que, si hay que repetir elecciones, la rigidez le pasara factura a los recalcitrantes. El tiempo dirá cuánto de precampaña electoral tiene esta negociación que pretende abrir en dos tapetes.
La jugada además implica a los suyos. En pocos días han envejecido las duras críticas radiadas del Comité Federal, y encima el calendario institucional compromete las fechas del Congreso del PSOE en que podrían cuestionar su liderazgo.
Por fuera, esa exótica pinza que forman Podemos y PP en su presión para acortar los plazos de investidura, revela hasta qué punto les importuna la iniciativa de Pedro Sánchez.
Iglesias y Rajoy apuestan por las elecciones inconscientes de sus nuevas debilidades. De repetirse los comicios, a Iglesias ya no le sería fácil comparecer con una sola marca en todo el Estado y sus exhibiciones de arrogancia tampoco le han hecho buena propaganda. Rajoy, por su parte, de repetir como candidato, portaría la pesada carga de su rechazo a la oferta del Rey, la de su estatismo patológico y los nuevos fangales de Acuamed y Valencia.
Ninguna de esas variables estaba cuando el CIS realizó la encuesta que publicó el jueves pasado. Ya hay sondeos más frescos que reflejan cambios en el equilibrio de fuerzas en favor del PSOE y Ciudadanos a costa del PP y de Podemos.
En política gana el que sabe gestionar los tiempos y la adversidad suele ensanchar las espaldas de quien la sufre. Por eso no hay enemigo pequeño, ni siquiera el soldado Sánchez.