Raúl Castro inició este lunes en Cuba el gobierno de la era post-Fidel, respaldado por los militares y al lado de la vieja guardia comunista, que moderó expectativas sobre los cambios económicos que reclaman con urgencia los cubanos.
Cuarenta y nueve años después de llegar al poder y luego de 19 meses de enfermedad, el máximo líder cubano dejó el mando de la isla a su hermano Raúl, electo en una histórica sesión parlamentaria como presidente de Cuba para los próximos cinco años.
La elección de Raúl Castro era dada por segura, pero sorprendió ampliamente el número "dos", José Ramón Machado Ventura, dirigente histórico de la línea dura comunista, de 77 años, en lugar de Carlos Lage (56), la cara de la renovación.
En su discurso, el flamante presidente, de 76 años, dejó claro el lugar del hermano en el gobierno. "Fidel está ahí", afirmó al Parlamento, al que pidió autorización para consultar al histórico líder en decisiones "de especial trascendencia para el futuro de la nación".
"Sobre todo las vinculadas con la defensa, la política exterior y el desarrollo económico del país", dijo al delinear un amplio margen de influencia de Fidel, que pese al retiro conserva el estratégico cargo de primer secretario del Partido Comunista Cubano (PCC).
Para algunos analistas la conformación del nuevo gobierno fue pensada por Castro, quien días atrás descartó en un artículo en la prensa "cambio" en el sistema político.
Como jefe del Parlamento fue ratificado por cuarto periodo de cinco años Ricardo Alarcón, de 70 años, quien al igual que Machado es miembro del selecto Buró Político del PCC.
"Se esperaba un escenario de cambio que no se produjo. Hay muchos generales en cargos importantes, y antiguas figuras, algunas poco conocidas, pero que no representan una renovación", opinó Marifeli Pérez-Stable, de la Universidad Internacional de la Florida.
Para sustituirlo como ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro nombró al general Julio Casas Regueiro, de 72 años, también electo vicepresidente y se encarga de la economía de la institución castrense, con negocios fuertes en sectores clave como el turismo.
"Mucha gente está descartando este proceso como un cambio insignificante, pero creo que están subestimando a Raúl. Se espera que haga cambios que Fidel nunca habría hecho", dijo Brian Latell, ex analista de la CIA y autor del libro "Después de Fidel".
En las calles, donde la jornada se vivió en total normalidad, no se habló mayor cosa de la elección, pero sí de los posibles "cambios" que Raúl Castro promete ejecutar.
"Ya se sabía que iba a ser él. Yo lo que creí es que iba a anunciar medidas concretas. Hace rato que venimos oyendo que vienen y no acaban de llegar", dijo una profesora de francés de 29 años.
La eliminación de la doble moneda -se gana en devaluados pesos cubanos y se compran productos en moneda dura- y de las restricciones a viajes al exterior, hospedaje en hoteles, y al comercio, integran una larga lista de reclamos de los cubanos.
Con prudencia, el nuevo presidente anunció una posible "progresiva, gradual y prudente revaluación del peso cubano" y que en las próximas semanas comenzará a "eliminar las más sencillas prohibiciones", mientras otras necesitan ser revisadas.
Opositores cubanos deploraron el "continuismo" y la "línea dura", como Elizardo Sánchez, para quien el domingo quedó demostrado que Fidel "es el elector".
Por su parte, Osvaldo Payá puntualizó que la sucesión "no trae en sí misma los cambios que el pueblo quiere y necesita: libertad, ejercicio pleno de sus derechos".
Los disidentes consideran que ese tema debería ser discutido por el cardenal Tarcisio Bertone con Raúl cuando se reúnan, posiblemente este lunes, en lo que sería su primer encuentro oficial como jefe de Estado y de Gobierno, nada menos que con el dos del Vaticano.
mis/elg
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