
Cumpliendo el guion el Consejo de Ministros dio luz verde al proyecto de ley para condonar hasta 83.152 millones de deuda de las comunidades autónomas. Una iniciativa que beneficia especialmente a Cataluña y Andalucía que acaparan el 43% del total del importe de la quita. Curiosamente la Cataluña de Esquerra Republicana que es quien obliga al Gobierno a firmar esta condonación para permitir a Sánchez seguir en La Moncloa, y la Andalucía a cuya presidencia se presenta como candidata la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
Una operación que la agencia de rating S&P ha calificado de "riesgo moral" porque premia a los derrochadores y castiga a los cumplidores y que, además, es una especie de tocomocho fiscal -esa estafa clásica en la que los estafadores engañan a las víctimas vendiéndoles un billete de lotería falso- porque no hay condonación de deuda sino cambio de titularidad y no es quita sino una mutualización del coste de los intereses. La deuda que antes era de una comunidad autónoma ahora la asume el Estado, por lo que usted, amigo lector, seguirá pagando igual, sólo que si antes pagaba como gallego, asturiano, extremeño, madrileño, castellano o andaluz ahora lo pagará como español, pero va a seguir pagando el despilfarro de determinados gobiernos regionales en embajadas autonómicas, actividades y propaganda independistas en el caso catalán o el derroche y desvío de fondos andaluces durante los gobiernos de Chaves y Griñán.
Es decir, que las comunidades autónomas mejoran, las administraciones que no sus ciudadanos, pero empeora el Estado. Un Estado que a fecha de hoy tiene ha elevado su deuda hasta los 1,69 billones de euros, nuevo máximo histórico y como consecuencia la Intervención General de la Administración del Estado confirma que entre enero y junio España ha tenido abonar a sus acreedores 11.358 millones de euros un 12,36% más que en el mismo periodo de 2024. Endeudamiento que equivale al 103,4% del PIB superando ampliamente el máximo del 60% que marcan las reglas fiscales de Bruselas.
Sólo durante los Gobiernos de la era Sánchez la deuda pública española ha aumentado en más de medio billón de euros y con esta supuesta condonación de deuda la carga de intereses de esos 83.252 millones la asumirá el Estado a un tipo de interés del 2,2%. Gasto financiero que elevará el déficit público de España en 1.840 millones anuales lo que, como ya han advertido las agencias de rating internacionales puede ocasionar una reducción de nuestra calificación crediticia aumentando el coste de intereses por la deuda en los mercados financieros. Eso además de la derivada política que supone la trampa que desde Moncloa se pone a las autonomías gobernadas por el Partido Popular y a sus barones autonómicos, que esperemos esta vez sí, sepan estar a la altura, evitar morder el cebo y no romper la unidad que ahora demuestran, que precedentes haylos. Porque lo que realmente necesitan para mejorar la vida de sus ciudadanos y los servicios que prestan no es esta quita de deuda, que no quita, sino una reforma urgente del sistema de financiación autonómica que se lleva pidiendo desde 2014.
Mienten pues el gobierno y sus monaguillos al tiempo que ocultan que esta falsa quita no es sino el paso previo para el cupo catalán, es decir el traspaso de todos los impuestos a la Generalidad y la independencia fiscal de Cataluña que una vez consumado excluirá a Cataluña de contribuir al coste de la quita, como ya lo están Navarra y País Vasco, y seremos el resto de los españoles quienes paguemos el dispendio del independentismo y el procés.
Una humillación más del gobierno del sanchismo ante sus socios enemigos de España, que se suma al indulto a los golpistas, la amnistía, las visitas de Santos Cerdán, Zapatero e Illa a Waterloo y Bruselas para rendir pleitesía a Puigdemont, o la suspensión del pleno del Congreso para que los diputados catalanes puedan estar en su región festejando la Diada, mientras mantiene el del día 9 de octubre Dia de la Comunidad Valenciana. Todo sea para que Pedro Tacatún, remedando al conocido personaje de Joe Rigoli, pueda seguir repitiendo que "yo sigo".