Opinión

El temor que la renta fija refleja

La recuperación de la actividad en los mercados, tras el parón veraniego, ha supuesto todo un shock en lo que a la renta fija se refiere. El activo refugio por excelencia vuelve a traicionar la plena fiabilidad que se le atribuye, y acumula pérdidas –en sus plazos a diez años o mayores– del 5,7% en 2025.

Nunca en este siglo fue tan negativo el comportamiento del bono con la única excepción de 2022. Un deterioro de esta envergadura no puede achacarse al mero juego de la oferta y la demanda, incluso en un ejercicio como el actual, en el que las colocaciones de bonos se sitúan en niveles récord.

Un solo día de septiembre bastó para que, en el área euro, salieran al mercado títulos de esta clase equivalentes a 50.000 millones de euros, procedentes de casi 30 emisores diferentes. Pero, por muy inundado que esté el mercado de bonos, lo que realmente explica sus pérdidas es la inquietud de los inversores hacia dos fenómenos futuros. Por un lado, en Europa el ciclo de bajadas de tipos puede darse no solo por terminado, sino que además empiezan a vislumbrarse subidas más pronto que tarde.

No en vano los últimos datos de inflación arrojan luces y sombras, como la evolución al alza de la inflación subyacente, que ya se sitúa en el 2,3%. Pero, más allá de Europa, empieza a pesar en el ánimo de los mercados las amenazas acumuladas tras años de incremento de la deuda pública. Su descontrol es especialmente evidente en Francia, a punto de vivir otra crisis de Gobierno, que dejará en papel mojado su plan de ajustes de 44.000 millones. Pero la situación también es arriesgada en otros países de la UE, en EEUU o en Japón, con pasivos muy superiores al 100% del PIB. La única oportunidad para los inversores es que cuando se producen los escenarios de tensión es cuando llegan las oportunidades de compra.

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