Opinión

Medir lo invisible: reflexiones sobre métricas y cultura organizacional en tiempos de IA

Inteligencia artificial. Foto: Archivo.

La tecnología, y la sociedad con ella, avanzan tan rápido que a menudo olvidamos preguntarnos si sabemos medir lo que hacemos. Porque importante, se ha demostrado que es. Pero... ¿Existe una pregunta más importante aún? ¿Sabemos por qué lo medimos?

El pasado mes de mayo estuve en Roma con motivo del 1º Evento Métrico 2025 organizado por GUFPI-ISMA, al que Quanter tuvo la oportunidad de apoyar como patrocinador. Y más allá del programa oficial, lleno de charlas interesantes, mantuve dos conversaciones que aún resuenan en mi cabeza. Dos entrevistas informales, una con Luigi Buglione, otra con Fabrizio Di Cola, que me dibujaron las líneas del estado actual y futuro de la medición del software.

Tanto Luigi como Fabrizio son referentes indiscutibles en el ámbito de las métricas. Luigi Buglione como presidente de GUFPI-ISMA y figura clave también en IFPUG e ISBSG; Fabrizio Di Cola como vicepresidente de GUFPI-ISMA y Chair del Non-Functional Sizing Standards Committee de IFPUG. Charlar con ellos me descubrió no solo a los expertos indiscutibles que son, sino a los profesionales que han pasado décadas intentando que medir sea una forma de entender cómo construimos y valoramos el software.

En estas conversaciones, Luigi Buglione lanzó una frase que debería ser clave en todo proyecto: "Sin una cantidad, no hay tiempo; sin tiempo, no hay coste. Y sin coste, no hay decisión".

Es el QTC, un principio básico en gestión de proyectos: de las cantidades a los tiempos, y de ahí a los costes. Puede parecer obvio, pero en el día a día vemos como en muchos proyectos se siguen tomando decisiones con estimaciones hechas por juicio experto, con story points que no permiten comparación entre equipos y con métricas subjetivas que hacen imposible saber si estamos siendo más productivos o simplemente estamos más ocupados. O como bromeaba Di Cola, "'Va bene' es el KPI perfecto. Todo va bien, aunque no sepamos por qué". "Necesitamos métricas objetivas, cuantitativas y auditables para poder gestionar proyectos complejos. Sin puntos función, SNAP u otras métricas ISO, seguimos estimando en días-persona con altísima variabilidad" continuaba Buglione.

Pero estas conversaciones no giraron solo en torno a controlar proyectos, sino a comprender su impacto real. Medir no es solo estimar esfuerzo, también es vincularlo con su valor económico, organizativo y estratégico. Como explicaba Buglione, poner precio justo a un proyecto implica considerar el tamaño funcional, sí, pero también el skill mix, el coste diario real del equipo y el contexto específico del cliente.

Di Cola lleva esa lógica a un territorio menos explorado: lo no funcional. Aquello que siempre ha estado ahí, consumiendo esfuerzo, pero que rara vez hemos sabido justificar. Usabilidad, seguridad, interoperabilidad, mantenimiento... Lo que SNAP mide y antes quedaba fuera. "La medición no funcional no es opcional: es estratégica".

El problema que encontramos en muchas empresas es que la principal barrera es mental. Son muchas aun las que no están dispuestas a asumir que medir bien implica cambiar cómo se organiza el trabajo: "Introducir métricas no es gratis, y por eso se debe implementar un cambio organizativo, un cambio de procesos y una planificación real para alcanzar el objetivo, que es usarlas de forma extendida" afirmaba Di Cola. Un cambio necesario para que las métricas no se vean reducidas a un mero trámite. Cuesta esfuerzo, pero valdrá la pena cuando comprueben que les permite crecer. Porque una organización que mide puede comparar, y si puede comparar, puede mejorar.

Y como en toda conversación de actualidad, también hablamos del papel de la inteligencia artificial, no como amenaza, sino como catalizador. Tanto Luigi como Fabrizio coinciden: la IA no reemplazará al experto, pero puede liberarle de tareas repetitivas, ayudarle a justificar mejor sus decisiones y, sobre todo, mejorar su productividad sin olvidarnos de la calidad.

La colaboración entre IFPUG y Quanter para utilizar datos reales en la definición de un método estructurado de estimación SNAP apunta precisamente en esa dirección: hacer que la inteligencia artificial no reemplace el juicio experto, sino que lo amplifique con evidencia. Y que medir lo no funcional deje de ser una tarea difícil o inaccesible para convertirse en parte natural del ciclo de vida del software.

A medida que evolucionan las herramientas, como Quanter para la estimación inteligente de proyectos TI, y se estandarizan nuevas prácticas, el futuro de la medición del software parece más prometedor. Pero también más exigente, porque medir implica poder entender, explicar y mejorar lo que hacemos.

Y si algo aprendí en Roma es que medir no es solo una cuestión técnica, sino también, una cuestión cultural. Y, como toda cultura, necesita convicción, porque no basta con saber cómo hacerlo. Hay que querer hacerlo.

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