
Los incrementos de dos dígitos en el precio de la vivienda no solo prosiguen en el centro de las ciudades de Madrid y Barcelona. Ahora esta evolución también se hace presente en las respectivas periferias de las dos grandes ciudades, con encarecimientos promedio del 12% al cierre del pasado semestre, que alcanzan picos del 17% en algunas poblaciones madrileñas.
En consecuencia, comprar un inmueble en localidades como Alcobendas o Majadahonda exige desembolsar más de 4.000 euros por metro cuadrado. Era solo cuestión de tiempo que el aumento de precios se extendiera al extrarradio de ambas metrópolis, una vez que sus respectivos cascos urbanos hace años que carecen de capacidad para satisfacer el apetito inversor que sus activos inmobiliarios concitan.
Del mismo modo, es también por completo previsible que el encarecimiento está lejos de su techo, tanto en las áreas céntricas como en las antes consideradas ciudades dormitorio de Madrid y Barcelona. La demanda inmobiliaria no se debilitará en un país en el que la población registró en julio un nuevo máximo de más de 49 millones de habitantes, en gran parte debido a la creciente llegada de inmigrantes.
Es también obvio que esos flujos seguirán concentrándose en las dos capitales que constituyen los centros industriales, financieros y educativos del conjunto de España.
La respuesta ante esta realidad solo puede ser la búsqueda de medios que, sin distorsionar el funcionamiento del mercado, moderen el desequilibrio entre demanda y oferta, incrementando esta última. El acuerdo político para liberar el suelo finalista, ya preparado para levantar nuevas promociones, ahora embalsado constituye una decisión cada vez más ineludible.