Opinión

Urbanismo con propósito y planificación responsable

Viviendas en construcción en Zaragoza
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La forma en que planificamos nuestras ciudades determina cómo vivimos, cómo nos relacionamos y cómo cuidamos nuestro entorno. El urbanismo es el instrumento que moldea la calidad de vida presente y futura de la ciudadanía, y así ha sido durante décadas. Por ello, hablar hoy de urbanismo es hablar de responsabilidad, compromiso con el medioambiente y un enfoque centrado en el bienestar de la sociedad, ligado hoy en día principalmente a la consecución de nuevos hogares que mitiguen la necesidad de vivienda actual. Durante muchos años, el desarrollo urbanístico ha priorizado una opción expansiva a través del crecimiento rápido y maximización del suelo edificable, en gran medida a costa del consumo no equilibrado de los recursos. Esta visión, aplicada con frecuencia sin la debida visión territorial, ha ido en detrimento de la cohesión social, la identidad urbana y la sostenibilidad ambiental. El resultado ha sido la proliferación de barrios homogéneos, grandes manzanas carentes de conectividad, a una escala humana, de los servicios adecuados y alejados de la naturaleza.

En la actualidad, frente a ese modelo que se ha desarrollado en nuestro entorno durante tantos años, cobra fuerza una nueva forma de entender la ciudad: más cercana y amable con las personas, más sostenible, integrada y comprometida con el entorno. Un urbanismo que sitúa a las personas en el centro, que se diseña a escala humana, que respeta la biodiversidad y la potencia, que apuesta por la eficiencia energética y la inclusión de todo tipo de perfiles de la sociedad. En este sentido, la sostenibilidad debería tener cada vez más protagonismo. No es una opción ética, sino una necesidad pragmática y programática que debe ser tenida en cuenta desde el inicio de la planificación y en cada detalle. Desde la ordenación del suelo hasta la elección de materiales en pavimentos y edificios; desde la movilidad hasta la gestión eficiente del agua o de los residuos, implementando las nuevas tecnologías en todos los procesos de funcionamiento. Un barrio que apuesta por la sostenibilidad no es solo aquel que consume menos recursos, sino el que genera comunidad, promueve hábitos de vida saludables y protege, e incluso mejora, los ecosistemas en los que se desarrolla.

Los modelos urbanos del siglo XXI deben de ser capaces de integrar armónicamente tres ejes vitales: el crecimiento social y económico, la inclusión de los diferentes perfiles sociales y la protección medioambiental. Este triple equilibrio dará como resultado una estrategia urbanística exitosa. Y para lograrlo, la integración de la naturaleza ya no puede plantearse como una cuestión paisajística secundaria, sino como una estrategia estructural a todo el planteamiento urbanístico. No basta con añadir árboles en los bulevares o ajardinar rotondas, sino que hay que concebir la ciudad como un ecosistema en sí mismo conjuntamente con el territorio que lo circunda. En este sentido, los espacios verdes interconectados, los corredores ecológicos, los sistemas de drenaje sostenibles o los parques urbanos diseñados con criterios de naturalización, que apuesten por ejemplo por especies autóctonas, para proteger la biodiversidad son algunas de las herramientas clave para redefinir el modelo urbano desde la sostenibilidad social, medioambiental y económica. Además, estos elementos van a ayudar a mitigar los efectos del cambio climático, absorber emisiones e incrementar el bienestar de los ciudadanos.

La planificación urbanística responsable implica diálogo institucional, participación ciudadana, cumplimiento normativo y evaluación continua. El urbanismo se gestiona con transparencia, se tramita conforme a procesos reglados y se construye desde la colaboración entre administraciones, entidades promotoras y sociedad, cumpliendo con el concepto fundacional del mismo y que está basado en el interés general. Además, todo desarrollo urbanístico está reglado por procesos que evalúan los más altos estándares de calidad y dotación, lo que supone una garantía de que el resultado será integrador, equilibrado y respetuoso con ese interés general. Además, es importante reconocer que el urbanismo no solo configura el espacio físico, sino que también actúa como una herramienta de integración territorial. La forma en que distribuimos los usos del suelo, localizamos los equipamientos públicos o diseñamos la movilidad tiene un impacto directo en la igualdad de oportunidades de la ciudadanía. Una planificación urbana que considere la inclusión de grupos más vulnerables va a contribuir activamente a reducir brechas estructurales en el beneficio de todos.

Por todo ello, el urbanismo debe evaluarse por su impacto en la vida real y ese es el motivo por el que debemos seguir apostando por un modelo en el que los ciudadanos puedan habitar un entorno cómodo, amable y saludable, poniéndolos en el foco y facilitándoles lo hábitos de vida saludables a través de accesos a zonas verdes y movilidad sostenible. La tendencia demuestra que el urbanismo actual ya no se limita a cumplir la normativa, sino que va un paso más allá y se anticipa a los desafíos sociales, ambientales y demográficos del futuro. Un urbanismo que escucha y que actúa para dar respuesta a las necesidades de la sociedad de una forma global. Apostar por un urbanismo responsable es, en definitiva, apostar por el desarrollo futuro adecuado de nuestra sociedad.

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