
La inteligencia artificial es una realidad. Su avance ha sido veloz, casi vertiginoso. En nuestro país, según el informe "Indicadores de uso de inteligencia artificial en España 2024" elaborado por ONTSI, el 44% de las grandes empresas ya la ha incorporado en sus procesos y la tecnología que más ha despuntado es la IA Generativa, con 11,9 puntos porcentuales más que el año anterior. De hecho, el mismo informe indica que una de sus herramientas más representativas, ChatGPT, es la que ha tenido el crecimiento más rápido de la historia.
Que la IA se esté consolidando tan rápido no sorprende si tenemos en cuenta su capacidad transformadora: actualmente, está impulsando la eficiencia y la innovación en múltiples sectores y se perfila como uno de los motores de crecimiento económico de los próximos años. Así, se estima que, para 2030, su contribución al PIB podría alcanzar el 4%. Pero su impacto va más allá de lo económico. La IA puede ser una herramienta valiosa para avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible. Siempre y cuando abordemos los retos que representa. Y, en este sentido, el sector de los centros de datos tiene mucho que decir.
El valor ambiental y social de la IA
Los beneficios medioambientales de la IA son cada vez más claros. Por nombrar solo algunos, nos puede ayudar a optimizar el uso de la energía en edificios e industrias, a integrar las energías renovables en las redes eléctricas, a pronosticar eventos climáticos extremos, a realizar una planificación agrícola más inteligente o a avanzar hacia una movilidad más eficiente. Todo ello contribuye, de forma directa o indirecta, a la lucha contra el cambio climático. Además, en el ámbito sanitario y científico su aplicación resulta revolucionaria. Tratamientos personalizados, optimización de recursos médicos, identificación de nuevas terapias, diagnósticos precoces.... El alcance es amplio y aún estamos explorando sus primeras capas.
No se trata solamente de más energía, sino de gestionarla mejor
Ahora bien, este crecimiento exponencial de la IA también plantea retos considerables. Uno de los más críticos es el energético. ¿Tenemos suficiente capacidad energética para sostener el número de centros de datos que requiere esta nueva era? La respuesta es un sí condicionado. La tenemos si trabajamos de forma coordinada y estratégica. No se trata solamente de disponer de más energía, sino de optimizar su consumo. Es hora de desacoplar el aumento de necesidad de datos del aumento de necesidad de energía. Para ello, debemos enfocarnos en estrategias que permitan una gestión optimizada de la energía en los centros de datos. También optar por arquitecturas completas, gestionadas por plataformas de software federadas y abiertas, desde la conexión a la red hasta los sistemas de enfriamiento de los servidores, de modo que tengamos una visión unificada de la gestión y el consumo de todo el sistema en tiempo real. Si gestionamos la energía de los sistemas que componen un centro de datos por separado, nunca podremos optimizarla.
Con este tipo de despliegue, unido a la cada vez más eficiente tecnología de computación, en Schneider Electric estimamos que podemos conseguir un desacople de los datos y la energía del 17% hasta 2030, es decir, que el crecimiento del uso de energía sea un 17% más bajo que el incremento de utilización de datos. Por otro lado, la utilización de la IA Generativa introduce una evolución importante en la necesidad de potencia de los centros de datos ya que, gracias a que existen tareas que pueden posponerse, entran en juego variaciones de necesidades de potencia y, muy probablemente, de capacidad de gestión de los recursos energéticos.
Aquí es donde entra en juego la flexibilidad de los centros de datos. Este concepto se refiere a la capacidad de estas infraestructuras de ajustar su consumo de energía a las condiciones de la red. En otras palabras, los centros de datos podrían reducir o desplazar temporalmente su demanda de potencia para aliviar la presión sobre la red eléctrica en momentos de estrés. De esta manera, el sector puede contribuir a mantener el equilibrio del sistema eléctrico colaborando desde el lado de la demanda. No se trata de desconectar el centro de datos de la red eléctrica y arrancar los grupos electrógenos para mantener las operaciones, lo cual contribuiría negativamente en la sostenibilidad del sistema; se trata de gestionar las operaciones que se realizan en el centro de datos para reducir ligeramente la potencia utilizada en ciertos momentos, desplazando tareas para cuando el estado de la red permita volver a consumir más energía.
Nos enfrentamos a un futuro en el que la demanda energética seguirá creciendo y los centros de datos, lejos de ser solo grandes consumidores, pueden convertirse en actores clave de un sistema eléctrico más resiliente y sostenible gracias al despliegue de estrategias de gestión activa de la energía.