Opinión

Cómo la IA dispara los precios de la energía y afecta al mercado del agua

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Hace apenas unos años parecía una broma pensar que las búsquedas en Google o charlas con ChatGPT pudieran reflejarse claramente en tu factura de luz o afectar al suministro de agua. Sin embargo, lo que antes sonaba a ciencia ficción hoy es una realidad tangible: la explosión de la inteligencia artificial está disparando la demanda energética y agotando recursos hídricos de forma alarmante, y todo esto repercute directamente en nuestros bolsillos.

Vamos por partes. La IA generativa, esa que hoy crea textos, imágenes y vídeos casi como lo haría una persona, no funciona "por arte de magia". Detrás de cada respuesta de ChatGPT o cada vídeo generado con IA hay centros de datos enormes, verdaderas fábricas digitales llenas de servidores con miles de GPUs, que consumen electricidad a una velocidad que cuesta imaginar. Según la Agencia Internacional de la Energía, estos centros multiplicarán por dos su consumo energético global antes de 2030, hasta alcanzar cifras equivalentes al consumo eléctrico actual de Japón.

¿Y en Europa? Goldman Sachs estima que el continente verá crecer su demanda de energía en hasta un 30% adicional durante los próximos diez años, simplemente para alimentar estos data centers. En España, zonas como Aragón, Castilla-La Mancha y Madrid ya están viendo cómo se instalan parques digitales gigantescos, capaces de consumir más de 2 GW de potencia combinados, lo que supondrá una presión adicional importante sobre nuestra ya saturada red eléctrica.

¿Por qué la IA nos encarece la factura?

Ahora, ¿cómo puede algo tan virtual como una búsqueda en internet aumentar tanto nuestra factura? La respuesta sorprende por su simpleza. Cada vez que usamos IA para buscar, consultar o crear contenido, necesitamos aproximadamente diez veces más energía que con una búsqueda convencional. Cuando estos grandes modelos de IA como ChatGPT se entrenan, la demanda de energía es masiva y muy concentrada en el tiempo. ¿Qué ocurre si no hay suficiente energía renovable disponible en ese momento? Exacto: se activa el consumo intensivo de gas natural, disparando los precios en el mercado eléctrico.

Para ser claros: estos aumentos en costes energéticos no son una teoría lejana; ya están ocurriendo. Familias y pequeñas empresas con tarifas reguladas han visto cómo sus precios se incrementan, sobre todo en horarios nocturnos, justo cuando la IA está más activa.

La cara menos conocida: una sed digital

Pero la electricidad no es el único recurso que devora la IA. Aquí entra en juego un factor menos conocido pero igual de preocupante: el agua. Para refrigerar estas instalaciones, hacen falta cantidades desproporcionadas de agua potable. Un ejemplo escalofriante es el entrenamiento del ya lejano pero famoso GPT-3: evaporó casi 700.000 litros de agua dulce, el equivalente a fabricar más de 300 coches de alta gama. De hecho, investigadores calculan que apenas unas decenas de consultas a ChatGPT pueden consumir medio litro de agua solo para enfriar los servidores.

Este fenómeno ya se refleja en los balances de grandes tecnológicas. Microsoft, por ejemplo, incrementó en un año un 34% su consumo global de agua debido al crecimiento de sus centros para OpenAI. Aunque gigantes como Google y la propia Microsoft están trabajando en alternativas menos intensivas en agua, estas soluciones aún están lejos de implementarse de forma generalizada.

En España, esta expansión de datacenters no solo trae riesgos. Es cierto que se presentan desafíos como picos en el precio de la electricidad y la presión sobre recursos hídricos en zonas ya tensionadas como el Ebro.

El mercado de energía también cambiará

Pero no todo es negativo. Hay oportunidades claras para aprovechar esta coyuntura, generando empleo, inversiones significativas y modernizando infraestructuras energéticas que llevan décadas esperando reformas.

Aquí está el truco: apostar por contratos de energía renovable a largo plazo, reutilizar aguas residuales tratadas para refrigeración o incentivar la instalación de data centers en regiones con excedente de energía limpia. Por ejemplo, algunas ciudades como Zaragoza ya están explorando cómo reutilizar el calor residual que generan estas instalaciones para calefacción urbana, lo que demuestra que el problema puede convertirse en oportunidad si se gestiona con inteligencia.

En definitiva, lo que ocurre con la IA recuerda bastante a lo que sucedió hace un siglo con el coche y la gasolina. Esta tecnología ha llegado para quedarse y cambiar radicalmente nuestro paisaje económico. Sin embargo, la pregunta crítica que debemos hacernos ahora es qué tipo de impacto queremos permitir y quién asumirá los costes.

La regulación clara, la transparencia en consumos energéticos e hídricos, y la responsabilidad corporativa serán claves en este proceso. La tecnología está aquí, las soluciones ya existen. Ahora toca decidir cómo queremos gestionar estos recursos esenciales para nuestro futuro económico y ambiental.

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