Opinión

El colapso de un país en quiebra

  • El gobierno del apagón y el caos ferroviario prepara un asalto fiscal de 3.000 millones
La quiebra española deja consecuencias como un total de 4 millones de parados
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¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Hasta cuando, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia. Esta frase de Cicerón, conocida por ser la primera oración de la Primera Catilinaria en el año 63 antes de Cristo, cobra hoy todo su sentido cuando vemos que apenas transcurridos siete días desde el gran apagón tercermundista los españoles nos desayunamos con otro lunes negro debido a un nuevo caos ferroviario, que ha dejado tiradas literalmente en las estaciones o en medio de la nada a más de 10.000 personas, con niños incluidos, paralizando a 30 trenes. Una red de alta velocidad que ha pasado de ser la admiración de Europa a estar literalmente hundida.

Como decíamos recientemente, si a estos desastres unimos la gestión del COVID, el volcán de La Palma, la Filomena y la DANA de Valencia, por citar sólo las más relevantes desventuras, habrá que convenir que en La Moncloa y entre los gestores de los servicios públicas hay gafes, ineptitud o, lo que es más probable ambas cosas a la vez porque la segunda opción suele conducir a la primera.

Y todo ello acompañado por el silencio de un presidente y de un gobierno que en lugar de dar explicaciones claras y reales sobre lo ocurrido se dedican a buscar chivos expiatorios y a buscar conspiraciones judeomasónicas para eludir sus responsabilidades y, por supuesto, para no pagar las preceptivas indemnizaciones. Los expertos sí. Ellos han hablado y coinciden todos en culpabilizar al Ejecutivo por su "furia verde" y anteponer el fanatismo ideológico a la tecnología y la garantía del servicio, además de por ocultar y no atender los múltiples avisos y advertencias que habían recibido desde los propios gestores como de Repsol, la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia y de la UE.

Eso, además de por mantener caducadas las estrategias de seguridad y por no invertir en el mantenimiento y la modernización de las redes eléctricas y ferroviarias, a pesar del asalto fiscal al que somete a los ciudadanos con 94 subidas de impuestos y cotizaciones desde que gobierna Sánchez y su empecinamiento para no deflactar la tarifa del IRPF para adaptarla a la inflación mientras hacienda bate cada año récords de recaudación. A la vista de lo cual es necesario preguntarse y preguntarles ¿A qué se ha dedicado el dinero de nuestros impuestos? ¿A dónde han ido a parar los fondos europeos? Además de a pagar a Begoña, al hermanísimo, a las "sobrinas" y los vicios de Ábalos, entre otros y variados casos de corrupciones denunciadas, de mariscadas y de orgías.

Y con esta gestión caótica, sectaria y bananera del suministro eléctrico, de la caótica red ferroviaria, de las listas de espera sanitarias, de los servicios de empleo y de la Seguridad Social, con casi 4 millones de parados reales, liderando el desempleo de la UE, a la cola de Europa en productividad y con un sistema educativo que sitúa a nuestros estudiantes entre los peores del informe PISA en todas las materias, ahora nos enteramos de que Hacienda prepara un nuevo asalto fiscal de 3.000 millones de euros de aquí a final de año, 1.500 de la rebaja de beneficios fiscales y otros 1.500 de nuevos impuestos que se suman a los 9.000 millones de la última reforma fiscal.

Claro que cuando un gobierno basa su política económica en el intervencionismo y en un endeudamiento que nos lleva a pagar 40.000 euros anuales por intereses de la deuda, que lleva con los Presupuestos del Estado prorrogados desde 2023, y que se preocupa exclusivamente de ver cómo puede mantenerse una semana más en el poder en lugar de a gestionar es difícil destinar los recursos necesarios a inversiones productivas y mejora de los servicios públicos y de atención al ciudadano.

Es lo que ocurre cuando desde el poder se tiene que recurrir al falseamiento estadístico y a la mentira para intentar ocultar que el fanatismo ideológico y la incompetencia se imponen a la lógica económica y a la sensatez y cuando el populismo y los egoísmos personales y de partido prevalecen sobre el interés nacional y la solución a los problemas reales de los ciudadanos. Nos estamos jugando la democracia, el estado de bienestar y el régimen de libertades con la sociedad anestesiada y el país en quiebra social, económica, política y moral.

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