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Especial Infraestructuras

Infraestructuras logísticas y competitividad

Vías ferroviarias de la estación de tren de Chamartín. ee
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Tribuna escrita por Juan Alfaro, senior advisor de Inframove

E n el actual contexto geopolítico y económico, la logística se ha transformado en un pilar estratégico de la competitividad de las empresas y los territorios, alejándose de su antiguo papel de función auxiliar en la cadena de transporte. Cuando se opera de manera habitual en mercados globales e interconectados, las empresas no pueden permitirse ineficiencias, retrasos, rupturas de stock o cuellos de botella que tienen una implicación directa en la cuenta de resultados. Cada minuto de retraso o cada euro adicional por tonelada transportada pueden convertirse en un lastre para la competitividad y la eficiencia. Las infraestructuras logísticas —como puertos, ferrocarriles, autopistas, aeropuertos, terminales y centros de distribución— son piezas clave para generar valor y atraer inversiones dentro de la cadena logística multimodal. Su desarrollo y eficiencia marcan la diferencia en la capacidad de un territorio para posicionarse como nodo estratégico en el comercio global.

La logística eficiente no se limita simplemente al traslado de mercancías de un lugar a otro. Va mucho más allá: supone acortar plazos, utilizar mejor los recursos disponibles, reducir el impacto medioambiental y asegurar el control completo del proceso en todo momento. Algunos países europeos captaron esta visión hace ya varias décadas y desarrollaron infraestructuras intermodales que hoy los sitúan a la vanguardia del comercio internacional. Un claro ejemplo es el puerto de Róterdam, que no se entiende solo como un puerto, sino como el núcleo de una red logística integrada. Gracias a su conexión por tren, carretera y vía fluvial o marítima con los principales centros económicos del continente, permite acceder en cuestión de horas a economías clave como las de Alemania, Bélgica o Francia. Esta cercanía estratégica impulsa enormemente la competitividad de las empresas que operan en su entorno.

España, que cuenta con una ubicación clave como punto de entrada del sur de Europa, ha logrado algunos avances significativos en los últimos años especialmente en la modernización de puertos estratégicos como los de Algeciras, Valencia y Barcelona. Sin embargo, aún se enfrenta a retos importantes, como la falta de una conexión intermodal eficiente, la saturación en ciertas rutas de transporte terrestre y un desarrollo logístico bastante desigual entre territorios. La escasa integración entre el transporte marítimo, ferroviario y por carretera impide aprovechar al máximo las infraestructuras disponibles, lo que termina afectando la competitividad de sectores fundamentales como el agroalimentario o el industrial orientado a la exportación.

La evolución del transporte en España es bastante heterogénea, con crecimientos interanuales en 2024 del 2,64% en la carretera, casi 1.650 millones de toneladas, mientras que el ferrocarril todavía transporte volúmenes inferiores a los de 2019, lo que demuestra la ausencia del componente intermodal en la cadena logística. Sin lugar a duda existe una enorme oportunidad para potenciar y desarrollar infraestructuras intermodales, como las autopistas ferroviarias o las terminales ferroportuarias, que permitirá mejorar la robustez de la cadena logística y, por tanto, la eficiencia de los distintos mercados, dotando de homogeneidad y cohesión a los distintos modos.

Junto con las infraestructuras de transporte asociadas a la logística, los centros de distribución, también llamados hubs logísticos, cada vez más cobran un papel relevante. Estas plataformas ya no son solos espacios de almacenamiento, sino nodos de redistribución en donde se realizan distintas actividades que producen valor añadido: consolidación y desconsolidación de la carga, control de calidad, etiquetado, empaquetamiento, procesos aduaneros, e incluso a veces procesos industriales simples de transformación de mercancías. Cada vez más el comercio electrónico, con una tasa media de crecimiento anual en España del 24%, la presión por parte del cliente de entregas rápidas y predecibles y la necesidad de respuestas ágiles a los distintos imprevistos que pueden surgir en el proceso logístico hacen necesario la transformación tecnológica de los hubs logísticos, en donde no solo los almacenes automatizados se van generalizando, sino que los robots autónomos, la sensorización inteligente y los algoritmos de reorganización dinámica de flujos de mercancías son ya una realidad en muchos de estos hubs.

Pero además de la conectividad y la dotación tecnológica, hay otro factor estratégico en los centros de distribución: su localización. En España existen más de 280 parques logísticos, con 83 millones de metros cuadrados aproximadamente, buena parte de ellos vinculados al transporte marítimo y a la carretera. Los principales mercados en España, liderados por Madrid en la zona centro, junto con Toledo y Guadalajara, Cataluña y Valencia incrementaron la absorción de superficie logística en 2024 en casi 2 millones de metros cuadrados, con la logística de última milla como claro protagonista con el 40% de la absorción total. Este incremento de suelos refleja la creciente demanda de infraestructuras inmologisticas estratégicamente localizadas. Y buena parte de esa localización estratégica tiene que ver con su conectividad intermodal mediante infraestructuras de transporte.

El adecuado desarrollo de estas infraestructuras, tanto inmologísticas como de trasporte, requiere inversiones intensivas y sostenidas, y mucho más en un contexto como el actual donde las tensiones geopolíticas recientes, como la crisis en el mar Rojo, la guerra en Ucrania o la más reciente crisis comercial provocada por los aranceles de Estados Unidos han puesto de manifiesto la fragilidad de algunas rutas logísticas globales. Los grandes proyectos de infraestructura necesitan una planificación de largo plazo, coordinación entre administraciones, seguridad jurídica y modelos de financiación mixtos. La colaboración público-privada es un elemento esencial en el desarrollo de estas infraestructuras, no solo porque aligera el presupuesto público necesario, sino por sus ventajas en términos de coste de oportunidad, posibilidad de adelantar inversiones, distribución de riesgos o mejoras en la eficiencia.

De entre los distintos actores implicados en el ecosistema logístico, las administraciones públicas juegan un papel muy relevante como promotores directos de proyectos e infraestructuras logísticas y como facilitadores de los proyectos del sector privado. Es necesario eliminar barreras administrativas, reducir los plazos de tramitación y garantizar que las inversiones respondan a criterios de demanda real y no solo a intereses territoriales, pero también es imprescindible que los distintos territorios tengan su propia estrategia logística bien definida, que establezca las prioridades adecuadas y que cuenten con los medios adecuados para llevarla a cabo a través de organismos especializados.