Opinión

La UE aprende a bailar sola: La reordenación comercial global impulsada por Trump

  • La agresividad arancelaria empuja a la UE a un necesario replanteamiento de sus alianzas
  • Es muy probable que Pekín intente aprovechar la fricción transatlántica
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. REUTERS

El viraje proteccionista impuesto por Donald Trump a la política comercial estadounidense, independientemente de treguas temporales, no es una mera tormenta pasajera. Estamos asistiendo, sin duda, a una reordenación geoeconómica real, un cambio profundo en las placas tectónicas del comercio internacional donde la Unión Europea está aprendiendo a marcar su propio ritmo.

La agresiva política arancelaria de Trump, que llegó a afectar a cerca del 70% de las exportaciones europeas a EE.UU., ha sido un potente catalizador. Ha empujado a la UE a un necesario replanteamiento de sus alianzas y a acelerar la búsqueda de una mayor autonomía estratégica en materia comercial. Bruselas ha comprendido la necesidad de diversificar mercados y socios para no supeditar su prosperidad a los vaivenes de Washington.

Este movimiento no es un divorcio transatlántico. El vínculo con Estados Unidos, especialmente en seguridad, sigue siendo robusto. Sin embargo, en el tablero comercial, la UE traza un camino más independiente. Un reflejo claro fue que ya en 2020, China superó a EE.UU. como primer socio comercial del bloque. Europa, en esencia, está aprendiendo a bailar sola, aunque sin soltarse del todo de la mano de su tradicional aliado.

La diplomacia comercial como respuesta

Precisamente en esta estrategia de diversificación y autonomía se inscriben los recientes movimientos diplomáticos y comerciales de la UE. La firma del acuerdo con Mercosur, cuya finalización coincidió con momentos de alta tensión arancelaria con EE.UU., se interpreta como una respuesta directa al proteccionismo estadounidense. Igualmente, la reactivación de negociaciones con países del sudeste asiático (Indonesia, Malasia, Tailandia) y la aceleración hacia un pacto con India son piezas clave. Bruselas está tejiendo una red global de tratados para ofrecer certidumbre y oportunidades a sus exportadores. Mientras Washington amenaza con muros, la UE responde tendiendo puentes comerciales.

El factor China: Seducción y riesgo

En este nuevo escenario, China juega un papel crucial y complejo. Es muy probable que Pekín intente aprovechar la fricción transatlántica para una "operación de seducción" hacia Europa. Ya hemos visto contactos del presidente Xi Jinping con líderes europeos, buscando repetir la táctica de "encanto ofensivo" usada durante el primer mandato de Trump para proponer mayor cooperación UE-China.

No obstante, Europa se mantiene cauta. Los desequilibrios comerciales preexistentes con el gigante asiático y su alineamiento con Rusia en Ucrania generan reticencias justificadas. Además, existe un riesgo tangible: si Estados Unidos mantiene barreras a los productos chinos, Pekín buscará redirigir sus excedentes exportadores hacia otros mercados, incluida Europa.

Esta potencial avalancha de productos chinos sí podría ser desestabilizadora. Expertos advierten que China podría inundar sectores europeos con bienes a bajo precio, saturando mercados, presionando los precios a la baja y forzando a la UE a levantar sus propias barreras defensivas. China juega al ajedrez geoeconómico con movimientos seductores, pero Europa es consciente de que no debe sucumbir ciegamente a ese canto de sirena comercial.

El impacto en España

Esta guerra arancelaria tiene consecuencias directas para economías como la española. La imposición de aranceles, como el 10% aplicado a productos clave, supone una pérdida de competitividad para nuestras exportaciones en el valioso mercado estadounidense. Sectores emblemáticos como el vino, el aceite de oliva, la maquinaria o los medicamentos ven encarecido su acceso, abriendo la puerta a que competidores de terceros países ocupen el espacio perdido.

Cuando un vino español se encarece por un arancel, los compradores estadounidenses pueden buscar alternativas. Esto se agudiza en mercados con una fuerte alternativa local, como ocurre con el vino de California, que podría ganar cuota a costa de los caldos europeos penalizados. Lo mismo aplica al aceite de oliva u otros bienes: un producto español más caro puede ser sustituido por otro de origen no afectado por el arancel.

En definitiva, las barreras impuestas por EE.UU. no solo perjudican a exportadores europeos como los españoles, sino que generan ganancias para terceros, ya sean productores domésticos estadounidenses o competidores internacionales. La guerra de aranceles le amarga el trago a España, mientras otros, quizás, brindan con la copa llena gracias a esta reconfiguración forzada del comercio.

El panorama global del comercio está cambiando a marchas forzadas. La UE, impulsada por las políticas de Trump y por una visión estratégica propia, está redefiniendo su lugar en el mundo, buscando un equilibrio entre alianzas tradicionales y diversificación. Navegar estas aguas turbulentas, gestionando la compleja relación con China y mitigando los daños colaterales en sectores clave, será el gran reto para Europa y para España en los próximos años.

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