Opinión

La inversión china: próximo objetivo de Trump

  • Ya hay visos de que el enfrentamiento de las dos potencias acabará siendo una guerra de divisas
  • Si finalmente hubiera pacto entre Trump y Xi, será una tregua débil e inestable
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, junto a su homólogo chino, Xi Jinping. Europa Press.

La espiral endiablada en la que ha entrado el conflicto arancelario entre EEUU y China sitúa en un grave riesgo al 40% del comercio mundial de mercancías y, con ello, las cadenas globales de valor de las cuales la UE (y también España) son especialmente dependientes por su grado de apertura comercial. Hasta dónde pueden llegar ambos bloques es incierto, pero un vistazo sencillo a la Historia y el análisis económico genera altas probabilidades de que tengamos una guerra de desgaste tanto en el terreno arancelario como el que afecta a las inversiones y un más que posible pacto final entre los dos gigantes aunque con un alto coste para la economía global y sin ninguna garantía de estabilidad a largo plazo.

Para dibujar estas probabilidades es necesario revisar los incentivos que cada parte tiene. En el caso de China, su prioridad es sostener el crecimiento en el entorno del 5% tanto vía demanda interna como externa, es decir, vía exportaciones. Al mismo tiempo necesita aplacar algunas tensiones financieras relevantes como el sector inmobiliario o la deuda de los gobiernos locales. Para ello necesita que tanto la política fiscal como la monetaria sean expansivas, y así es como se está haciendo, generando como consecuencia una depreciación sostenida del yuan contra el dólar. El tipo de cambio interno ha escalado hasta niveles de 2007 en 7,35 yuanes por dólar.

En el caso de EEUU, no es sólo importante mantener el crecimiento sino dar la vuelta a su situación comercial con respecto al resto del mundo y, muy especialmente, con China. En este sentido, la Administración Trump está tomando medidas para debilitar el dólar. Y lo está consiguiendo contra el euro, el yen o la libra esterlina. Pero no contra la divisa china. Ahí está su talón de Aquiles y, a falta de tener muy presente la evidencia empírica de los últimos sesenta años, es un incentivo claro para seguir penalizando las importaciones chinas con aranceles y, muy pronto, con controles de capital u otras formas de intervención de las inversiones chinas en Estados Unidos.

En consecuencia, ahora mismo estamos en una situación lo más cercana a un juego de suma cero para los dos bloques: si EEUU reduce su déficit comercial con China, ésta sale perdiendo, necesitando otros mercados donde colocar sus productos. Y si es al contrario, algo muy similar, pero con la diferencia de que el producto americano es más difícil de colocar en otros países tanto por precio como por funcionalidad o posición en la cadena global de valor de cualquier producto.

Obviamente, es una posición de corto plazo, ya que en el comercio internacional nunca hay juegos de suma cero. Casi siempre los enfrentamientos entre grandes bloques comerciales terminan siendo juegos de suma negativa.

Esto nos lleva a una situación que, en la óptica de la Teoría de los Juegos, llamaríamos como el juego del chulo y el gallina. La cuestión central es quién frenará antes de despeñarse. Dos son las principales diferencias que hacen a China ser más resistente en una guerra de desgaste: una, la política monetaria depende única y exclusivamente del Gobierno, mientras que en Estados Unidos la Fed tiene un estatuto de independencia y, según quién sea su presidente, la ejerce más o menos. Y otra es que el gigante asiático no tiene un mercado de capitales abierto (menos abierto si cabe desde 2017-2018), lo que le permite controlar los flujos de entrada y salida, mientras que EEUU tiene un mercado totalmente abierto y su divisa tiene un régimen de tipo de cambio flexible con la mayoría de las principales monedas mundiales. Por tanto, lo más probable es que la escalada arancelaria termine siendo una guerra de divisas al más puro estilo tradicional, pero donde uno de los jugadores ataca sin una de sus armas más poderosas como es Estados Unidos con el manejo del dólar. Uno de los economistas chinos más influyentes, el profesor Yu Yongding, señaló en un discurso reciente que EEUU había disfrutado de una década de crecimiento gracias al Quantitative Easing y, en consecuencia, había utilizado a su favor la divisa para seguir creciendo. Es lo que ahora la Administración Trump desearía tener por las mismas razones por las que critica a China por manipulación del tipo de cambio. Pero, al menos a corto plazo, tiene difícil contar con un signo más expansivo de la política monetaria con Jerome Powell como presidente de la Fed. Así que no le queda otra a Trump que actuar por la vía fiscal y, probablemente, intervenir en algunos mercados concretos con presencia china.

Al final de lo que puede ser una larga travesía (o, al menos, dura) no es descabellado vislumbrar un pacto. Salvo en caso de guerra, cosa improbable hoy, el que es capaz de frenar las tensiones es el que consigue ofrecer un acuerdo a la parte contraria. Ambos saben que no tienen un arsenal infinito y que cualquier mala decisión puede provocar consecuencias económicas alarmantes. Es lo que sucedió a las puertas de la pandemia y es harto probable que vuelva a suceder ahora.

Sin embargo, este tipo de acuerdos crea un equilibrio inestable. Volviendo a los juegos, es un modelo en el que China y EEUU se disputan un determinado porcentaje tanto del PIB como del comercio mundial tanto para ellos como para sus respectivas áreas de influencia. Cualquier desviación del acuerdo genera ganancias a corto plazo, desplazando a su rival en algunos mercados o países de interés. Por ello, ya en la posguerra de la II Guerra Mundial, hubo que crear instituciones que fueran más allá de los principales países para generar incentivos a que estos no encontraran ventajas claras de desviarse del acuerdo original. Así es como se estableció el GATT y, posteriormente, la OMC, un orden del que China supo sacar un gran partido al pasar de outsider a insider. Ahora, a falta de instituciones y reglas creíbles, lo más probable es que nos enfrentemos a pactos inestables. Aun así, será una situación mejor que la que estamos viviendo en las últimas semanas. Tal como señaló recientemente Antonio Oporto, del Círculo de Empresarios, lo que sucede es lo más parecido a una sinfonía y, por tanto, hay que estar atentos a los siguientes movimientos.

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