
Durante el primer mandato de Donald Trump escribí un artículo que se llamaba "Trump, paraíso del trader". Me llevó algún tiempo tomarle la medida, pero tras verle actuar y leída su autobiografía ("The art of the deal"), me quedó meridianamente claro cómo había que invertir en un "entorno Trump". Y ahora sería imperdonable para un gestor o asesor no haber aprendido la lección.
Tomarle la medida a Trump no es tan difícil, casi siempre actúa igual. Trump es un "deal maker", es decir, alguien que se enorgullece de conseguir acuerdos ventajosos. Y esa es la buena noticia: el caos que genera en el proceso de negociación no es el objetivo, el objetivo es el acuerdo.
Su proceso de negociación está también claro: empieza haciendo de policía malo - un policía que además se dedica a darle palos al avispero – y así crea el caos inicial. Es lo que estamos viviendo ahora en relación con el tema de los aranceles (proceso, que, por cierto, es clavado al de la ocasión anterior). Cuando ha conseguido que todo el mundo esté hasta las narices de tanto lío y tanta incertidumbre, pone sobre la mesa una propuesta que los que tiene enfrente prefieren aceptar antes que seguir con el caos. La famosa "oferta que no se puede rechazar". Porque la alternativa es volver al caos. Una oferta que, además, viene acompañada de un nuevo Trump: el Trump policía bueno, que ya no da patadas a la mesa de negociación ni palos al avispero y que reparte sonrisas y apretones de mano
También recuerda su forma de trabajar a la famosa estrategia militar del "shock and awe" (sorprender al enemigo, generando un estado inicial de "shock" y perplejidad). Esto se ve con claridad cuando se pone a negociar temas políticos, donde lanza ideas en muchos casos extravagantes, exageradas o surrealistas, para que se abra la posibilidad de estudiar alternativas distintas a lo que no ha funcionado hasta la fecha. Y no quiero decir con esto que cuando las plantea tenga razón, me limito a explicar cómo trabaja, porque como inversores nos interesa mucho.
Nos interesa porque, una vez sabemos cómo trabaja Donald Trump y hasta donde está dispuesto a llegar, cuándo está siendo el policía malo o cuándo empieza a ser el policía bueno, todo eso nos va a ayudar a establecer el timing de entrada y salida de los distintos activos financieros que nos interesa comprar o vender.
Además, como Trump toca muchos palos a la vez, permite jugar con muchos activos. Por ejemplo, la negociación sobre los aranceles es perfecta para asustar a los inversores norteamericanos y a los extranjeros que invierten en la bolsa de EE.UU.. Esto hace que bajen los precios y se pongan a tiro las mejores empresas del mundo, que, con Trump o sin Trump, seguirán siendo las norteamericanas. Y la clave está en ver hasta dónde está dispuesto a llegar en esa negociación, lo cual a su vez se detecta en función de su cambio de actitud.
Pero, como he dicho anteriormente, lo que hace también afecta positivamente a otros mercados. El ejemplo más claro es su negociación en pro de un acuerdo de paz en Ucrania. Aunque los líderes europeos le ponen mala cara, a las bolsas europeas les viene de cine. No solo que haya un acuerdo de paz y baje el precio de la energía, sino que el miedo a que EEUU abandone a Europa frente a Rusia ha generado el mayor estímulo económico en Europa desde hace muchísimo tiempo. Está dirigido al rearme, pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, también a la inversión en infraestructuras.
Y son solo un par de ejemplos. Nos guste o no, Trump marca la agenda económica y política y lo hace siguiendo sus métodos. Mirar para otro lado no es una buena estrategia para quienes invierten o cuidan las inversiones de terceros. Más bien al contrario, lo razonable - y además rentable - es utilizar la forma de trabajar de Donald Trump a nuestro favor. Al igual que utilizamos el análisis fundamental y el análisis técnico. Hasta ahora decíamos que el fundamental nos decía "qué" hay que comprar y el técnico "cuando". Y sigue siendo así, solo que ahora tenemos que añadir el factor Trump.