
Tal y como está ahora mismo planteado, el multimillonario y necesario plan de rearme europeo dotado con 800.000 millones tendrá que ser financiado en su mayor parte por los países miembro. Así, hasta 650.000 millones, el 80% del total, debe venir del impulso del gasto en Defensa de los propios estados comunitarios.
Es cierto que Bruselas flexibilizará las reglas fiscales para que dicho desembolso no compute para el cálculo del déficit. Pero el dinero tendrá que salir de algún sitio y es evidente que elevará la mochila de la deuda de los países europeos que en su gran mayoría presentan importantes desequilibrios en sus cuentas públicas.
Los inversores ya tienen en cuenta este riesgo, como demuestra que, de media, los costes de financiación en Europa se hayan elevado 50 puntos básicos en 2025. Un incremento que irá a más debido a la aversión al riesgo de los inversores y que castigará en mayor medida al sur de Europa. Ello debido a que son países como España, Italia, Francia y Grecia los que exhiben los endeudamientos más elevados del bloque comunitario, con cotas que superan el umbral del 100% del PIB.
Por si fuera poco, todos ellos, salvo Grecia, registran los niveles más bajos de inversión en Defensa, lo que les obligará a incrementar el gasto 1,5 puntos del PIB, según los planes iniciales de la Comisión. De hecho, España deberá invertir la friolera de 24.000 millones adicionales hasta 2029. La elevada deuda de los llamados países periféricos fue un grave problema para la Unión en la década pasada. Las primas de riesgo han acogido esta vez con tranquilidad el anuncio del alza del gasto en defensa, pero la tormenta podría regresar en el futuro si no se acompaña de medidas correctoras del resto del gasto público, algo que Sánchez ya descartó. Por eso, Europa debería replantearse la emisión de deuda conjunta para financiarlo.