
Bienvenidos a 2025. Atrás quedó ya 2024; un año que será recordado en el terreno económico por la vuelta de los bancos centrales a las bajadas de tipos, por un crecimiento económico mundial que sorprendió al alza (a excepción de China) y, sobre todo, por ser un año extraordinario para las bolsas por segunda vez consecutiva.
Sin embargo, toda la atención de los mercados y los inversores está puesta en el ahora y en un primer trimestre con temas muy relevantes en agenda como la toma de posesión de Donald Trump a finales de enero y su futura política económica, con los aranceles como uno de los temas prioritarias. De hecho, este año parece que las relaciones comerciales serán uno de los grandes desafíos, especialmente para las economías altamente basadas en el comercio.
Mientras tanto, durante este año se espera que los bancos centrales continúen con su rebaja de tipos, aunque la magnitud de estos recortes podría ser de muy diferente magnitud: otros 100 puntos básicos menos previstos para el BCE (con riesgo incluso de más bajadas ante la debilidad económica de la Eurozona) y 50 puntos básicos como máximo en el caso de la Fed. No obstante, cada reunión será un test para el mercado, por lo que la política monetaria volverá a ser foco de volatilidad en estos nuevos doce meses.
Un crecimiento económico cada vez más dinámico
Con todo, se espera un crecimiento económico cada vez más dinámico en EEUU, Asia y Europa, pero más en la recta final del año y de cara a 2026, pues 2025 será un año de transición. Así, en EEUU, la economía mantendrá un crecimiento robusto gracias a unos planes de Donald Trump que incluirán, si nos atenemos a las promesas electorales, altos niveles de inversión gubernamental, con la continuación de los programas de gasto existentes, más desregulación y alivio fiscal. Además, la mayoría republicana en ambas Cámaras del Congreso significa que es probable que la Administración Trump logre implementar una gran proporción de sus planes, lo que debería beneficiar gradualmente a la economía de EEUU a medida que avanza el año. Por eso, esperamos un crecimiento del 2% en 2025 y del 2,2% en 2026, con sesgo al alza.
En cuanto a la Eurozona, el crecimiento del PIB podría acelerarse al 0,9% en 2025 gracias a la solidez de los mercados laborales y al aumento de los salarios reales, que el BCE, como decíamos, probablemente respaldará con sucesivas rebajas de los tipos de interés a lo largo del año. No obstante, los problemas políticos en Francia y Alemania limitarán el crecimiento en la primera parte del año. A largo plazo, Europa sigue necesitando una ofensiva de inversión (el plan Draghi es claro ejemplo de ello), que sirva para recuperar el terreno que ha perdido en lo económico a nivel mundial. Sin esta inversión, el potencial de crecimiento seguirá siendo muy limitado.
Por su parte, Asia debería recuperar su papel como motor del crecimiento mundial. Aunque el impulso de China se verá frenado por la actual crisis inmobiliaria y los problemas estructurales como el envejecimiento de la sociedad y la deuda de los gobiernos locales, se espera que el gobierno siga tomando medidas para impulsar el crecimiento. En cuanto a India, es probable que vuelva a destacar en 2025, con un crecimiento esperado del PIB del 6,5% (frente al 4,2% esperado de China), encabezando la lista de países del G20.
Así las cosas, las expectativas para las bolsas en Estados Unidos son positivas para 2025 gracias a las medidas previstas con el cambio de gobierno, que están impulsando las expectativas a largo plazo de los inversores. En este entorno favorable al crecimiento, las ganancias de las empresas estadounidenses deberían aumentar significativamente (esperamos que los beneficios de las empresas del S&P 500 crezcan un 14% en 2025), con el impulso adicional de las mayores recompras de acciones. Tecnología, sector financiero, consumo cíclico y servicios de comunicación serían los sectores favoritos.
EEUU en el centro de la estrategia
En Europa, la clave sigue estando en la debilidad del crecimiento económico y las potenciales medidas de impulso para mejorar la productividad y competitividad a medio plazo. A nivel de beneficios, las empresas europeas siguen por detrás de las estadounidenses, con una subida prevista en 2025 para los beneficios de un dígito alto en Europa. No obstante, el descuento de valoración del índice paneuropeo respecto al S&P 500 ronda el 40%, lo que debería favorecer un rendimiento moderado de los índices europeos en 2025. El sector financiero y el industrial serían las apuestas sectoriales.
Por último, en renta fija, esperamos que la normalización de las curvas se mantenga, aunque volverá a ser un año de volatilidad ligada a la evolución de los bancos centrales. Los diferenciales de crédito cerraron el año en mínimos históricos, pero esto no impedirá que los bonos corporativos de calidad sigan siendo atractivos, con una fuerte demanda prevista desde los inversores institucionales. Sin embargo, creemos que los diferenciales de los bonos High Yield no reflejan adecuadamente las mayores tasas de impago (del 3% en EEUU y del 4% en la Eurozona), por lo que seguimos siendo cautelosos en los mismos. Igualmente, mantenemos la apuesta por un dólar fuerte ante una Fed menos agresiva que el BCE.