Un informe del Banco de España revela que el 26,1% de las empresas registró pérdidas en el primer semestre de 2024. Un porcentaje que supera al que había en 2019, el año previo a la pandemia, cuando se quedó en el 24,6%. La irrupción del Covid elevó al 35% las compañías en números rojos, pero a la vista de los datos resulta evidente que buena parte del tejido empresarial aún no ha superado la crisis provocada por el coronavirus.
Así lo demuestra también el último dato de solicitudes de concurso de acreedores que corresponde a octubre, donde se contempla un incremento del 36% respecto al mismo periodo de 2023, hasta 12.675. Resulta llamativo que tal volumen de empresas muestren dificultades para sobrevivir o este aún en pérdidas en un contexto de notable crecimiento del PIB.
El motivo de ello reside en la propia naturaleza del tejido empresarial nacional, formado mayoritariamente por pymes. De hecho, son este tipo de micro y pequeñas compañías las que incurren en pérdidas en mayor proporción. Se precipitan, por tanto, quienes creen que el tejido empresarial de nuestro país se encuentra plenamente recuperado de la pandemia y de los perjuicios posteriores de la crisis generada por el alza de los precios que alcanzó los dos dígitos tras el inicio de la invasión de Ucrania.
Muy al contrario, el alto volumen de compañías en pérdidas sigue evidenciando la debilidad de muchas pymes. Pese a ello, el Gobierno sigue impulsando medidas que elevan los ya altos costes laborales de las empresas, lo que frena su productividad. Es el caso de la reducción de la jornada laboral sin efecto en el salario que la vicepresidenta Yolanda Díaz pactó la pasada semana con los sindicatos al margen de los empresarios.