
En la mayoría de los foros y debates surge una pregunta recurrente que considero crucial para el futuro del sector alimentario en nuestro país: ¿Qué rol desempeña la industria alimentaria en el desarrollo de las economías locales de la España rural?
Su papel, en mi opinión, es fundamental, actuando siempre en estrecha colaboración con las administraciones públicas que operan en cada territorio. En este contexto, la industria alimentaria enfrenta el desafío de continuar liderando y consolidándose como motor de crecimiento para las comunidades locales, impulsando su desarrollo en tres dimensiones clave: económica, social y ambiental.
El progreso de la España rural tiene un vínculo muy estrecho con las empresas alimentarias, tal y como apunta el informe de la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), donde el 74% de industrias de alimentación y bebidas se concentran en localidades con menos de 50.000 habitantes y, concretamente, el 15% en las provincias españolas con menos población.
Para seguir impulsando ese liderazgo desde las empresas del sector, necesitamos que la apuesta por las materias primas españolas y por los comercios de proximidad no sea un mero eslogan que pongamos en el packaging de nuestros productos sino una realidad que repercuta en el sector primario y, por extensión, en toda la cadena de valor.
Para ello, en Pascual hemos apostado, desde hace décadas, porque nuestras bebidas vegetales de Vivesoy sean 100% cultivo local, con todos los ingredientes de origen nacional; nuestra Leche Pascual proviene en su totalidad de ganaderías españolas y todas nuestras fábricas están en municipios de menos de 30.000 habitantes.
Creemos firmemente que el tejido industrial actúa como columna vertebral del territorio, conectando comunidades, impulsando el desarrollo económico y fomentando la cohesión social en cada rincón.
Si vamos todavía más al detalle sobre el territorio, la presencia de las plantas de Bezoya, por poner ejemplo muy concreto, ha tenido un impacto directo en las localidades donde opera: Ortigosa del Monte ha pasado de apenas 200 habitantes a mediados de los años 70 a cerca de 600 en 2023; mientras que Trescasas ha subido de 350 habitantes en 2003, cuando abrió la embotelladora Bezoya, a más de 1.100 el año pasado; y más del 80% de los empleados de Bezoya son habitantes de los dos municipios segovianos y el resto de la plantilla pertenece a localidades del entorno o de otros puntos cercanos de la provincia.
Pero no solo apostamos por el sector primario, también impulsamos el comercio de proximidad, que es vital para seguir dando vida a los municipios rurales, llegando hasta el último establecimiento de alimentación y hostelería del país.
Lo hemos conseguido gracias a la capilaridad de nuestra distribuidora, Qualianza, y del apoyo de distribuidores exclusivos; que nos permiten llegar a 120.000 puntos de venta de hostelería - 1 de cada 3 bares y restaurantes- y del pequeño comercio - las tiendas de alimentación tradicional- que son quienes vertebran los territorios impulsando el tejido económico, empresarial y social de los pueblos y, en definitiva, del país.
De esta manera, contribuimos a una cadena de valor donde la industria alimentaria trabaja directamente con proveedores locales para obtener los mejores ingredientes y desarrollar sus productos. Una cadena que crea cientos de miles de empleos directos e indirectos desempeñando un papel fundamental para el desarrollo y la sostenibilidad de la España rural.
Solo se hace camino al andar y, por eso, la industria alimentaria tiene que seguir siendo el motor de una España rural que, no podemos olvidar, nos da de comer cada día.