
Chat GPT tardó cinco días en lograr su primer millón de usuarios, un crecimiento insólito entre las plataformas digitales, excepto en el caso de la red social Threads de Meta, a la que le llevó sólo una hora, aunque con trampas porque tomaba usuarios de Instagram, del mismo grupo.
Desde su nacimiento, el 30 de noviembre del 2022, el bot de inteligencia artificial de OpenAI ha transformado nuestra visión de la tecnología y generado unas expectativas de futuro tan colosales como inciertas, porque su desarrollo no será posible sin un crecimiento exponencial de los centros de datos, donde se cruzan miles de operaciones por segundo para resolver cuestiones complejas de manera sencilla. El despliegue de estos centros está en el alero por su consumo de electricidad.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), una consulta a Chat GPT consume por término medio casi diez veces más electricidad que una búsqueda en Google. Los cerca de 11.000 centros de datos que existen en el mundo consumen, en este momento, entre el 1% y el 2% de la energía total, pero existen proyecciones de que este porcentaje alcance entre el 3% y el 4% antes de terminar la década. Este aumento de la demanda ayudará a impulsar un crecimiento de la electricidad jamás visto en generaciones, con un cambio radical en sus costes.
En los últimos 15 años, la demanda de energía de Europa se vio gravemente afectada por una serie de shocks: la crisis financiera mundial, la pandemia del Cvid y la crisis energética desencadenada por la guerra en Ucrania. A ello siguió una recuperación más lenta de lo esperado y la desindustrialización económica actual. Como resultado, desde el pico de 2008, la demanda de electricidad disminuyó de forma acumulada casi el 10%. Pero entre 2015 y 2019 se mantuvo estable por las mejoras de eficiencia, pese a que la carga de trabajo de estos centros casi se triplicó.
¿Qué pasará en el futuro? Entre 2023 y 2033, gracias a la expansión de los centros de datos y la electrificación, la demanda energética europea podría crecer un 40% y quizás incluso un 50%, mientras que en los centros de datos lo hará nada menos que un 160% hasta 2030, de acuerdo con Goldman Sachs.
A fines de la década, las necesidades de estos centros igualarán el consumo actual de Portugal, Grecia y Países Bajos. En paralelo, las emisiones de dióxido de carbono podrían duplicarse, con un coste de entre 125.000 y 140.000 millones de dólares.
En la actualidad, alrededor del 15% de los centros de datos se encuentran en Europa, lo que da cuenta de la magnitud del crecimiento esperado. En Estados Unidos, la capacidad instalada alcanza los 15 gigavatios, frente a sólo 3 del Viejo Continente.
Según los analistas, hay dos tipos de países que acogerán estos centros. En el primer grupo están aquellos con energía barata y abundante proveniente de fuentes nucleares, hidroeléctricas, eólicas o solares. Entre éstos se encuentra España y Portugal, junto a algunos países nórdicos y Francia, por su potencia nuclear. El segundo tipo incluye a los países con grandes empresas de servicios financieros ó tecnológicos, que están ofreciendo exenciones fiscales para mantenerlas. En esta categoría están Alemania junto a Reino Unido e Irlanda.
En nuestro país, se han construido hasta ahora unos 565 megavatios, pero la demanda se ha multiplicado por más de 30, hasta situarse en torno a 16 gigavatios. Redeia ha concedido autorizaciones para alrededor de 4 gigavatios, aunque la patronal del sector, Spain DC, considera la demanda desproporcionada y reduce la construcción real a en torno a un gigavatio, por los problemas de capacidad de suministro.
El problema para satisfacer la demanda es tal, que en Estados Unidos la solución que se plantea de forma abierta es una generación de centrales nucleares más seguras y de tamaño reducido. Elon Musk ha construido un enorme centro llamado Colossus para la IA de XAI y de Grok, en Memphis (Tennessee), y ahora prevé duplicar su capacidad. Asimismo, Microsoft proyecta un supercentro de datos llamado Stargate. La IA apunta a tener que vivir de la energía nuclear.
El rico pastel de los centros de datos atrae miles de millones de inversión de eléctricas e inmobiliarias, aparte de las anunciadas por la tecnológicas para el despliegue de sus servicios. Europa tiene la red eléctrica más antigua del mundo, lo que requerirá mayores inversiones en tanto en la red de distribución como en la troncal. Los analistas esperan un gasto cercano a los 800.000 millones en transmisión y distribución durante la próxima década, así como una inversión cercana a los 850.000 millones en energía solar y eólica terrestre y marina.
En nuestro país, uno de los destinos favoritos, sólo en Aragón existen proyectos por unos 25.000 millones. Pero en fuentes oficiales se rebaja esta opción, porque consideran que vive una burbuja. "Vamos a ser muy selectivos con este tipo de centros, porque crean poco empleo y consumen muchísima energía. Preferimos atraer inversiones más productivas, como la gigafactoría de Stellantis en Zaragoza, anunciada la semana pasada", señalan en fuentes gubernamentales.
La colaboración oficial es imprescindible, porque, en primer lugar, es necesario levantar el tope a las inversiones en redes de distribución, que está en el 0,13 por ciento del PIB, unos 1.500 millones anuales. Una operación que, según el Ejecutivo, está en marcha, pero no termina de concretarse. Además, es necesario, la obtención de los permisos para engancharse a la red de alta tensión, que también requerirá importantes inyecciones de dinero por parte del Gobierno para responder a esta sobredemanda. ¿Donde están los planes de Redeia para hacer frente a estos retos? Ni están ni se esperan. Su presidenta, Beatriz Corredor, suele desviar la responsabilidad a las eléctricas.
Aún más aberrante es el empeño del Ejecutivo en mantener el plan de cierre de nucleares, que está previsto que arranque el próximo año, pese a que, en estos momentos, aportan casi la cuarta parte de la energía. Esta misma semana hemos vivido varios apagones consecutivos de la gran industria por culpa del frío y el cierre temporal de la nuclear de Ascó por labores de mantenimiento. La situación se salvó gracias a la activación de las centrales de reserva, los ciclos combinado de gas, que aportaron casi la mitad de la energía y que también están en proceso de extinción. La planificación es temeraria.
La anterior ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, tuvo que cambiar su postura sobre las nucleares para acceder a su cargo en Europa. "En España, vamos a mantener el plan de clausura de las nucleares como una de las señas de identidad de nuestra política energética", confirma un alto responsable oficial.
¿Cómo se salvará el gap entre una demanda explosiva mientras se eliminan las nucleares? "El plan de cierres es a muy largo plazo, entretanto entrarán otras fuentes de energía renovable", es la contestación oficial.
Es incomprensible que se denosten los centros de datos mientras el Gobierno considera estratégico al fabricante de trenes Talgo y se dispone a entrar en su capital ó realiza esfuerzos ímprobos en la búsqueda de capital extranjero, porque el empresario vasco José Antonio Jainaga, sólo dispone de 30 millones para el proyecto.
Aún es peor la inyección pública de 125 millones en una empresa por la que nadie daba un euro desde hace una década, como Duro Felguera, considerada también estratégica por el Gobierno de Asturias. Sería mejor enterrar los muertos con dignidad y centrar los esfuerzos en el mundo de los vivos.
Después del éxito de la llegada de la china CTL de la mano de Stellantis para construir la segunda fábrica de baterías en Zaragoza, como adelantamos en esta tribuna, el Ejecutivo saca pecho y presume de que el semanario The Economist considera que España es la mejor economía de la OCDE por el "crecimiento superior al 3 por ciento y la solidez de su empleo". A esta información, habría que añadir una coletilla, como se hace en los fondos de inversión; "Rentabilidades pasadas, no garantizan las futuras".
Las petroleras acaban de salvar sus planes de inversión en hidrógeno y en otros productos renovables, gracias a que los nacionalistas de Junts y PNV se han unido en contra de la prórroga del Gobierno al impuestazo y... ¿ahora vamos a poner trabas a miles de millones en centros de datos? Tampoco estamos para tirar el dinero.