
Somos un país de extremos y de la crisis hídrica pasamos a las inundaciones, dos caras de una misma moneda que tenemos que prever. En las épocas de sequía, la mayoría de soluciones casi siempre se han hecho poniendo parches cuando la emergencia aprieta. Cuando falta agua, hay que traerla en barcos o instalar desaladoras, pero lo cierto es que cuando llega por fin la esperada lluvia tras haber implorado a todos los santos, se nos olvida el problema y a otra cosa mariposa. Pero cuando nos arrasan las inundaciones, pasamos a palabras mayores.
Lamentablemente nos hemos visto inmersos en una aterradora catástrofe como ha sido el paso de la DANA por algunas zonas de Levante, Andalucía y Castilla- La Mancha. Todo un drama. No es momento de ajustar cuentas pero sí de reflexionar y preguntarnos si con una buena planificación y con las infraestructuras adecuadas de drenaje y contención como embalses, canales y presas se hubieran minimizado las consecuencias. El desvío del cauce del río Turia tras las inundaciones de 1957 ha sido determinante para salvar la ciudad de Valencia, mientras que el embalse de Forata, en el río Magre, ha ayudado a laminar la avenida en las zonas de La Alcúdia, Algemesí y Sueca. Sin embargo, nadie se acordó de atajar los peligros del Barranco del Poyo que lleva años su restauración escondida en un cajón. Era por todos sabido su peligrosidad. Es una cuenca muy sensible en la que existen diversas obras de infraestructuras mal diseñadas, ocupaciones de cauce. Sabemos cómo las gotas frías actúan en el Mediterráneo.
Ya en 1775 el ilustre naturalista Antonio José Cavanilles narraba lo que ocurrió hace dos siglos y medio en dicho barranco, en ese mismo cauce que acaba de llevarse tantas vidas por delante. Entre 1321 y la actualidad, se han contabilizado 27 riadas en Valencia (incluyendo esta última de 2024), con un intervalo promedio de unos 25 años, casi cuatro riadas por siglo. El alcance de muchos de estos episodios ha quedado registrado en placas o azulejos fijadas a los muros en muchas localidades ribereñas, donde una marca horizontal señala el nivel que alcanzaron las aguas. Así lo recoge Enrique Ortega Girones en su articulo "Riadas, gotas frías y DANAS: breve recorrido por la desmemoria y los despropósitos climáticos." Y uno se pregunta, sabiendo de su peligrosidad, como es que se miró hacia otro lado.
Cierto es que, en las catástrofes, casi toda falla, tal es el caso de lo ocurrido con la reciente DANA, y tal fue el caso de lo que ocurrió hace 42 años cuando se rompió la presa de TOUS. A la lluvia se le unieron una serie de fallos estructurales, así como una mala gestión del desastre por parte de las autoridades. La presa con una capacidad de 155 hectómetros cúbicos por segundo llegó a absorber 450 hectómetros cúbicos. Las fatalidades continuaron al producirse un fallo eléctrico que dejó a la presa sin posibilidad de abrir las compuertas para desaguar. Los muros se vinieron abajo, y los 120 millones de metros cúbicos de agua embalsada salieron como el rayo causando una crecida de 16.000 metros cúbicos, una de las mayores registradas en España.
En su momento se alegó que la ruptura de la presa fue un aprendizaje severo y, a partir de este suceso, surgieron los Sistemas Automáticos de Información Hidrológica (SAIH) que proporcionan a las Confederaciones Hidrográficas conocimiento de los caudales de las cuencas en tiempo real permitiendo con los adecuados modelos, hacer predicciones de ciertas variables a corto plazo. El desarrollo tecnológico ha permitido desde entonces una mejora en las prestaciones. Pero lo que habrá que aclarar es por qué no ha funcionado en el caso de la Dana en Valencia, siendo uno de los primeros SAIH creados, ¿dónde estaban sus gestores? Como también uno se preguntará por qué se paralizó la presa de Cheste que además de almacenar agua hubiera minorado la riada por el barranco del Poyo. Piense el lector que somos un país muy montañoso lo que hace que las cuencas se vacíen muy rápidamente y para más inri con un terreno en el que el agua no se infiltra.
De embalse y aljibes ya se ocuparon bien los romanos y los árabes para almacenar el agua y laminar las avenidas, sin embargo, nuestros gobernantes adoptan por el ecopostureo en cuanto a las presas y embalses. Fíjense en la paradoja, mientras que en Portugal construyen presas para el almacenamiento del agua, aquí nos dedicamos a destruirlas. Somos todo un referente en lo que a eliminación de presas embalses y azudes se refiere. Y esto no es un bulo. En 2021, fuimos el país de Europa que más obstáculos eliminó: 108, casi la mitad de los 239 desmantelados en el continente, según datos del proyecto Dam Removal -Eliminación de Presas-, coordinado por la organización World Fish Migration. Se vanaglorian de que en las últimas décadas, la legislación española ha avanzado a grandes pasos, hasta el punto de llegar a ser una de las mejores de Europa. Poco importa que la demolición cause el rechazo de la mayoría de los municipios colindantes, donde estos saltos de agua han pasado a formar parte de su paisaje y se han convertido en un recurso turístico e incluso un elemento de su patrimonio hidráulico.
Tal es el caso de la demolición de la presa de Toranes en Teruel. Hasta allí se desplazó el Instituto de Ingeniería Española, la Asociación de Caminos, la Asociación de Ingenieros Agrónomos y el Foro Agua Alimentos y Sostenibilidad (FAAS ) con el fin de debatir la viabilidad de esta histórica infraestructura hidráulica construida por el gran ingeniero José Toran. Durante la jornada no solo se analizó el impacto social, cultural, económico y ambiental que tendría la posible demolición de la presa, sino que se mostraron los beneficios que su mantenimiento podría seguir ofreciendo a la región. La presa, no es que solo forme parte del patrimonio hidráulico al que hay que proteger, sino que puede usarse como central hidroeléctrica evitando así su desmantelamiento. Tener la posibilidad de tener energía es una autentico tesoro. Además, un estudio presentado por una empresa de ingeniería estima la rentabilidad de la explotación. Pero más allá de su función hidroeléctrica, la presa es un importante recurso para el riego agrícola, el control de inundaciones y la prevención de incendios, además de ofrecer oportunidades en el sector del agroturismo.
Como señala José Trigueros, presidente de la Asociación de Ingenieros de Caminos, hay que dejar de maldecir a los embalses y presas. Lo que hace falta es una buena planificación hidrológica y una buena limpieza de los cauces, inexistente a día de hoy en los actuales planes hidrológicos. Convendrá conmigo el lector que esto, no solo supone una autentica dejadez, sino que incrementa el riesgo de inundaciones, ya que la vegetación, los sedimentos y los residuos bloquean el flujo natural del agua.