
Qué está sucediendo con el ritmo de la revolución energética? Muchos se preguntan si la descarbonización y tecnologías como el hidrógeno se han frenado. Para responder, partamos de una premisa: los avances tecnológicos siempre han estado impulsados por la ambición humana, ya sea por conocimiento, trascendencia o generación de riqueza.
Desde el carbón, el petróleo y la electricidad, hasta las renovables, las tecnologías energéticas han marcado el ritmo del crecimiento económico, creando enormes oportunidades de negocio. Hoy vemos el desarrollo de nuevas tecnologías en torno al CO2 y, sobre todo, al hidrógeno, que ha despertado un renovado interés. Sin embargo, ¿se ha pinchado la burbuja de estas nuevas tecnologías?
Para entenderlo, recurrimos a la Curva de la Sobreexpectación de Gartner, un modelo que describe las fases del ciclo de vida de una nueva tecnología. Este ciclo, aplicable a sectores como la medicina o la informática, también lo es en energía, y nos ayuda a entender los actuales avances.
La primera fase es el nacimiento tecnológico, donde surge una nueva tecnología que promete ser revolucionaria y genera grandes expectativas. Esta tecnología es rápidamente abrazada por la política y los medios, que la usan para inspirar ilusión y generar movimientos a su alrededor.
En la segunda fase, la explosión de expectativas, las promesas se disparan. Surgen nuevas empresas y proyectos convencidos de haber encontrado un "El Dorado" tecnológico. Los tiempos parecen acelerarse: lo que deberían ser décadas de desarrollo se percibe como cuestión de años. Pero esto es solo una ilusión.
En la tercera fase, el valle de la desilusión, las expectativas iniciales comienzan a desmoronarse. La realidad muestra que los plazos son mucho más largos de lo que se esperaba. Aquí es donde las empresas y emprendedores cortoplacistas, que apostaban por beneficios rápidos, se encuentran con la dura realidad: las expectativas no se cumplen y las promesas quedan en el aire. Es un momento en que muchos fracasan, pagando el precio por su codicia y ambición desmedida. Sin embargo, los empresarios más prudentes aprovechan para hacer un ajuste de expectativas y reordenar sus ambiciones, aprendiendo de los errores cometidos.
Luego llega la pendiente de recuperación, cuando la sociedad y las empresas comprenden que los avances tecnológicos requieren tiempos largos y ritmos más sostenidos. Los proyectos viables y las empresas bien gestionadas emergen y lideran el desarrollo. En este punto, lo que queda en pie ya no es ilusión, sino lo que realmente tiene sentido y puede perdurar.
Finalmente, en la meseta de maduración, la tecnología se consolida, y las empresas y proyectos que han sobrevivido se estabilizan, logrando un uso eficiente y efectivo de esta nueva tecnología.
Si aplicamos este modelo a las tecnologías energéticas de los últimos cinco años, como el hidrógeno, el metanol o el amoniaco, vemos que hemos pasado por fases de altísimas expectativas, alimentadas por promesas políticas, ayudas públicas y cumbres sobre el clima. Sin embargo, ahora estamos entrando en el valle de la desilusión, donde los tiempos de desarrollo son más largos de lo esperado y muchos proyectos están fracasando.
No estamos ante una burbuja que se ha pinchado, sino ante un momento de ajuste necesario, donde tanto las empresas como los gobiernos deben aprender a manejar los tiempos de los avances tecnológicos, que no se miden en años, sino en décadas. Quienes sepan gestionar estas expectativas y mantener la ambición bajo control evitarán decisiones cortoplacistas basadas en la codicia.
La revolución energética y la descarbonización siguen su curso. Tecnologías como el hidrógeno, el amoniaco y el metanol continúan avanzando y jugarán un papel clave en la economía. Pero, como en todas las grandes transformaciones, el éxito llegará a aquellos que sepan ser pacientes y disciplinados, no a los impacientes que buscan resultados inmediatos.