Opinión

El gran estancamiento alemán

  • El abandono del gas ruso ha creado desventajas a las industrias frente a la competencia 
  • Las relaciones comerciales de bienes con China no fueron frenadas a tiempo

La economía alemana se ha estancado desde 2020. La cuestión principal es si es temporal o estructural. Nuestra conclusión es que la sucesión de choques de oferta los últimos cuatro años ha provocado deterioro de su competitividad y que, en ausencia de una fuerte respuesta de política económica, su estancamiento continuará.

Efectivamente, la economía alemana se enfrenta a desafíos cíclicos y estructurales. Era motor de crecimiento de la Unión Europea, con tasa media anual de crecimiento de 2 % entre 2010 y 2019. Pero este 2024 solo dos de 20 economías pueden comportarse peor este año: Estonia y Finlandia.

Hay que tener en cuenta que su demanda privada parece haberse evaporado desde la pandemia, especialmente, con la crisis energética tras la invasión rusa de Ucrania en 2022. El poder adquisitivo está por debajo de 2019 y el consumo de hogares estancado. La inversión se ha reducido, en construcción y más recientemente maquinaria y equipamiento. Lo mismo ocurre con la demanda externa, ante la atonía de la demanda de China. Solo el gasto público ha evitado que Alemania caiga en recesión.

El aumento de los costes y abandono de la dependencia del gas ruso ha puesto a las empresas industriales alemanas en desventaja frente a los competidores de mercados energéticos más estables o subvencionados. Además su transición a energías renovables Energiewende y la eliminación progresiva de energía nuclear y del carbón han aumentado los costes. Su industria registra caída desde 2020 y pérdida neta de empleos de casi 4 % en cuatro años. Sus sectores de energía y construcción han pagado el alto precio por la interrupción del suministro de gas ruso y la fuerte subida de tipos de interés desde 2022. Solo los servicios han experimentado aumento constante. Ahora Alemania es de los pocos países de la UE donde la tasa de desempleo, aunque lentamente, aumenta.

Por otra parte Alemania ha suministrado a China automóviles, maquinaria, productos químicos, farmacéuticos, eléctricos y conocimientos técnicos e importado de China productos intermedios. Pero desde hace unos años China es más capaz de producir esos bienes y el auge de los fabricantes chinos de vehículos eléctricos ha cambiado la dinámica comercial. Muchas empresas alemanas han comenzado a producir en China. En todo caso, Alemania se ha centrado en reducir riesgo en lugar de desvincularse de China. Otras empresas alemanas han replanteado sus cadenas de suministro para reducir las importaciones de China, trasladándose a países europeos y no europeos.

Esta secuencia tiene lugar con un deterioro estructural de la competitividad, ya evidente antes de 2020. En 2009-2010 hubo devaluaciones internas en las economías de la euro zona golpeadas por la crisis de deuda soberana. Esa dinámica se moderó, pero en Alemania, tras una década de moderación, hubo desde 2015 aumento salarial, deshaciendo el impacto de las reformas que habían ayudado a mitigar la desventaja de los altos costes laborales alemanes. Su pérdida de competitividad ha vuelto con las perturbaciones de la década de 2020, notoria en su industria automovilística.

Además, su inversión pública ha sido de las más bajas respecto al PIB de los países europeos en la última década, especialmente en digitalización, infraestructuras y educación. En términos netos ha disminuido desde casi 1 % del PIB con la unificación alemana en los años 90 hasta alrededor de cero, con envejecimiento de infraestructuras y ralentización de la transición a energías renovables. Los sucesivos Gobiernos alemanes se han mostrado reacios a aumentar el gasto, para adherirse al "freno de deuda" de la Constitución, que limita el déficit presupuestario federal anual al 0,35 % del PIB. Aunque ese límite se levantó en la crisis COVID, se ha restablecido este año, reduciendo el espacio fiscal del Gobierno para la transición ecológica, las infraestructuras digitales y la defensa. Además, los tres partidos de coalición muestran prioridades divergentes. Una reforma sustancial requerirá mayoría de dos tercios del Parlamento, poco probable antes de las elecciones generales de otoño de 2025. Incluso las recomendaciones de Mario Draghi para impulsar la competitividad europea, que incluyen 800.000 millones de euros de inversiones e intensificar la emisión conjunta de deuda de la UE, han sido recibidas con escepticismo por gran parte de la clase política alemana.

Un último reto, que probablemente se intensificará los próximos años, es demográfico. Según el Banco Mundial, la población en edad de trabajar disminuirá en Alemania en casi 6 % entre 2024 y 2030. Junto con Italia, es el mayor descenso entre las cuatro principales economías de la euro zona, de alrededor de 3,5 millones de trabajadores, en comparación con "solo" 2,5 millones entre 2000 y 2023.

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