
España espera la llegada de 30.000 millones de inversión industrial, de la que el 25% corresponde a China. Un porcentaje que refleja el interés de China por convertir a nuestro país en la puerta de entrada de sus automovilísticas en Europa para evitar los aranceles de la Unión a los coches eléctricos del gigante asiático.
Unas tasas que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pidió retirar en sus reciente visita a Pekín con el objetivo de que las promesas de inversión de China se conviertan en realidad. Es cierto que este escenario representa una oportunidad para España. Pero también es verdad que, como bien dice Mario Draghi ensu informe sobre competitividad de Europa, el impulso de los productos chinos en el continente amenaza a la industria europea.
Esto es especialmente reseñable en el caso de la automoción. Un sector que sufre la competencia desleal de China y, como dice Draghi, "la falta de planificación de la UE que aplica una política climática sin una industrial". Así, Europa exige emisiones cero en 2035 sin antes haber impulsado la reconversión de la cadena de suministro para adaptarla al coche eléctrico. Debido a ello, los autos enchufables europeos son más caros, lo que unido a la falta de infraestructura de recarga provoca que las ventas caigan un 12,5% y se queden a la mitad de los objetivos para 2025.
En este contexto, la posibilidad de que los fabricantes cumplan las exigencias climáticas de Bruselas y eviten sanciones de hasta 15.000 millones es inviable. De hecho, la patronal europea ACEA estima que solo con recortes de producción y empleo se podrán cumplir los objetivos. Bruselas debe evitar este escenario y, como solicita también ACEA, aplazar las metas climáticas marcadas ya para el próximo año.