Opinión

Los 13.000 millones de impuestos que Irlanda no quería cobrarle a Apple

  • Apple creó dos compañías en Bermudas para no tributar el impuesto de sociedades 
  • Europa carece de una armonización fiscal sobre las multinacionales de Estados Unidos

No es habitual que te paguen por perder un pleito. Tampoco es habitual que un Estado no quiera cobrar impuestos a un contribuyente. Y finalmente, lo menos usual es que un litigio, fiscal o no, alcance 13.000 millones de euros. Pues todo esto ocurrió en la sentencia definitiva de la Gran Sala del Tribunal de Justicia de la UE, compuesta por los todos los jueces del Tribunal, del pasado martes.

Apple tendrá que pagar a Irlanda unos 13.000 millones de euros después de que ambos, Irlanda y Apple, perdiesen definitivamente su pleito contra la Comisión Europea en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). La razón es que la compañía de la manzana ganó, supuestamente en Irlanda, más de 100.000 millones de euros, pero apenas pagó impuestos. La palabra "apenas" significa aquí una tributación media efectiva inferior al 0,1% durante el periodo 1991-2014.

En primera instancia, el Tribunal General de la UE dio la razón a Apple y a Irlanda, considerando que la Comisión no había demostrado que hubiese una ayuda selectiva a Apple. Aunque si eso era una ayuda, entonces es que la recaudación del impuesto de sociedades en Irlanda debía ser cercana a cero, porque lo habitual debía ser no pagar el impuesto de sociedades.

Todo esto suena paradójico, precisamente porque lo es. Efectivamente, Irlanda perdió el pleito porque había recurrido la Decisión de la Comisión Europea que le obligaba a recuperar estos impuestos impagados que Irlanda no quería cobrar. Se suele decir que el impuesto de sociedades irlandés, con un tipo impositivo general del 12,5% es bajo, lo que es cierto. Pero algunas empresas, como era el caso de Apple pagaban muchísimo menos mediante acuerdos conocidos como rulings.

El esquema de Apple, simplificadamente, era un double irish, por la que se crearon dos compañías en Irlanda, aunque administradas desde Bermudas, con lo que, según el derecho fiscal irlandés, no eran residentes en Irlanda, sino en la isla del Caribe, donde no existe el impuesto de sociedades. Estas dos sociedades eran las titulares de los derechos de propiedad intelectual, que cedían a la filial irlandesa de Apple, a cambio de quedarse con más del 99% de los beneficios que obtenía una filial con miles de empleados. Las filiales irlandesas canalizaban la actividad de esta multinacional no sólo en Europa, sino en casi todo el resto del mundo.

El resultado práctico de este esquema era que la mayor parte de los beneficios obtenidos por la multinacional fuera de Estados Unidos apenas tributaban. Y no lo hacían porque se habían desviado hacia el país de Nunca Jamás, es decir un territorio del Caribe donde no existe el impuesto de sociedades. Por ser suave, este esquema tiene mucho de artificioso. Y la razones por la que el Tribunal de Justicia anula la decisión del Tribunal General van en esa línea. Por una parte, porque los activos, funciones y riesgos reales no estaban correctamente retribuidos. Por otro lado, porque este acuerdo, entre las irlandesas de Bermudas y la irlandesa auténtica de Irlanda, nunca lo hubiesen firmado empresas independientes. Esto se conoce en jerga como el Arms Length Principle o principio de plena competencia.

Efectivamente, esta sentencia reivindica los principios fundamentales de la fiscalidad internacional, lo que es importante, pero sobre todo un mínimo de sentido común, lo que es aún más relevante. Es cierto que la fiscalidad directa sigue siendo competencia exclusiva de los Estados, y que es una cuestión de soberanía nacional. Que una lavandería de Ámsterdam o un café de Dublín pague pocos o ningún impuesto sobre sus beneficios es un problema de esos países, no de los demás. Ahora bien, cuando desde esos países se factura al resto de Europa y al mundo, se están concentrando allí beneficios y bases imponibles que no pagan impuestos. Aquí no hay un problema de tipos impositivos: si el 99 por ciento de una empresa multinacional no tributa en Irlanda, sino en ninguna parte, da igual que al resto se le aplique un 12,5 por ciento o un 80 por ciento; la tributación efectiva sigue siendo ridícula.

Que la Comisión Europea, por primera vez, y además en el caso de más importe, haya ganado es una buena noticia. Pero no deja de ser un parche ante un caso particularmente extremo. La fiscalidad no se puede armonizar utilizando, únicamente, el instrumento de la política de competencia y de lucha contra las ayudas de Estado. No sólo es que el instrumento sea insuficiente, sino que incluso cuando se gana, el resultado no es satisfactorio. Toda la recaudación se queda en Irlanda, pero los beneficios no se han obtenido, más que en una pequeña parte, en Irlanda.

Y esto no sólo es una cuestión de una compañía concreta, sino un problema generalizado. Esto se ve claro con un solo dato, en 2018 las filiales de las grandes multinacionales estadounidenses vendieron en España por valor de 94.647 millones de dólares. Sin embargo, las ventas en Irlanda fueron de 436.290 millones de dólares, aunque su PIB es más de tres veces inferior. De hecho, sólo las ventas de las grandes multinacionales norteamericanas eran superiores a todo el PIB irlandés, lo que parece surrealista e imposible, y que por supuesto no se explica si obviamos el (casi nulo) impuesto de sociedades irlandés para estas empresas. Obviamente, se estaban y están desviando ventas, beneficios y recaudación fiscal hacia los países que menos hacen tributar a las compañías que más dinero ganan. Esto es ineficiente económicamente, y por supuesto, es injusto.

Volviendo al caso de Apple, y, según declaró Tim Cook, CEO de Apple, en el comité permanente de investigación del Senado de los Estados Unidos en 2013, la tasa efectiva de imposición de Apple sobre los beneficios en Norteamérica era del 30,5%, pagando en el ejercicio fiscal anterior casi 6.000 millones de dólares. Aquí se puede ver cómo Estados Unidos conseguía mantener la tributación de los beneficios en Estados Unidos, mientras muchas multinacionales norteamericanas no pagaban prácticamente nada de impuestos en el resto del mundo.

Algunas cosas han cambiado un poco, y por supuesto, la sentencia de Apple es un pequeño alivio. Pero, seguimos teniendo un problema gravísimo en Europa con la ausencia de un mínimo de armonización fiscal, al menos en lo que se refiere a las multinacionales que operan en toda Europa. Esto lastra la recaudación, es a todas luces injusto, y también es una de las razones por la que estamos perdiendo competitividad frente a Estados Unidos, donde estas cosas, como hemos visto, no pasan. Hay más razones, pero ¿cómo pueden competir empresas europeas frente a gigantes que no pagan impuestos? Lo peor, es que hemos decidido olvidarnos del tema. Por ejemplo, esta semana leía el informe Draghi, que salió el mismo día que la sentencia, en el que se propone armonizar muchas cosas, pero yo no he podido encontrar nada sobre armonizar el impuesto de sociedades de las grandes multinacionales. Como señalaba Ayn Rand, "puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad".

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