
El personaje que de sí mismo viene construyendo Pedro Sánchez aparece descrito por Lewis Carroll en el protagonista de su obra Alicia a través del espejo y lleva por nombre Humpty Dumpty. Oigámoslo: -Cuando yo uso una palabra -insistió Humty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos. La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión -cortó Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda… eso es todo.
Por lo tanto, Sánchez no es un mentiroso, es el que manda.
Nuestro Humpty Dumpty viene ejerciendo su mandato con gran dedicación desde que duerme en el mal llamado Palacio de la Moncloa, en realidad un chalecito reconstruido con malos materiales después de la guerra civil.
Antes de seguir debo expresar que mi único cambio tras dejar atrás mis responsabilidades institucionales ha consistido en hacerme la promesa de no soportar en silencio el sectarismo, venga de donde venga. Una vez abandonados los cargos internos e institucionales, creo que tengo derecho a expresar libremente las críticas que se me ocurran, a sabiendas de que no pocos de los que están en nuestro bando piensan -creo que erróneamente- que mis críticas "favorecen a la derecha".
Pienso que Sánchez ha invadido con descaro el terreno judicial al cargarse el Tribunal Constitucional poniendo allí a unos cuantos amiguetes que carecen de moral y de lo que hay que tener para estar donde ellos están. Conviene recordar que en un sistema democrático no existen derechos irrestrictos. Cuando un derecho, quienquiera que sea el que lo ejerce, pretende imponerse sin límite alguno sobre otros, se produce un daño para la convivencia que la democracia no debe tolerar.
Pero bajemos a la actualidad. Tras las elecciones catalanas, Sánchez decidió apoyar a Salvador Illa para que fuera presidente de la Generalitat y lo consiguió… ¿a cambio de qué?
Esperemos y veamos hasta dónde está dispuesto Sánchez a sacar al Estado de Cataluña y cuál es el precio en euros contantes y sonantes que Sánchez va a donar al separatismo sin que nadie en el PSOE abra la boca. Y como algunos (aragoneses en primer lugar, pero también andaluces, extremeños, asturianos…) sí han levantado la voz, Sánchez, de inmediato, ha convocado un congreso federal para machacarlos. ¿Lo conseguirá? Yo creo que sí. Será una pena, pero los cadáveres políticos se mueven al ritmo que les marca Humpty Dumpty. Que se lo pregunten a Ábalos.
Hace ya mucho tiempo (en el Comité Federal del 17 de febrero de 2008) se decidió que solo existirían como elementos decisivos: el líder elegido en primarias, es decir, un sistema plebiscitario, y las bases, a las que creo conocer bastante bien: allí abundan los sectarios y los chupópteros.
Aquella normativa interna que a lo largo de 558 artículos y 184 páginas describía hasta el mínimo detalle el nuevo modelo de partido que había soñado Pedro Sánchez, fue ratificada por unanimidad por el Comité Federal del PSOE, con sus miembros en pie y entre aplausos. Las nuevas reglas del juego otorgaban más poder al secretario general y a las bases, mientras los órganos de dirección intermedios, los barones y el mismísimo Comité Federal prácticamente desaparecían como órganos de debate y de control. Para más inri, aquellas decisiones plebiscitarias (es decir, antidemocráticas) le permitieron al líder presumir de que "el PSOE será el partido más democrático, participativo y paritario del país".