
El reciente ciclo de subidas de tipos permitió a la banca recuperar el interés medio del saldo hipotecario. Una variable que tocó techo el pasado mes de marzo al alcanzar el 3,71%. Ello pese a que el euríbor (el índice al que están referenciados la mayoría de los créditos para comprar vivienda a tipo variable) ya comenzó a caer tras el verano del pasado año.
No en vano, alcanzó su máximo en septiembre de 2023 en el 4,149% para cerrar el pasado mes de julio en el 3,540%. Al descenso del euríbor hay que sumar que la banca inició a finales de 2023 una guerra por conseguir firmas más hipotecas ante el frenazo de la demanda. Ambos factores deberían haber erosionado la rentabilidad de estos préstamos, pero el margen de la cartera siguió subiendo hasta el citado marzo por la inercia positiva de la revisión de las hipotecas. Pero dicho escenario positivo para la banca se ha evaporado en el segundo trimestre, al caer la rentabilidad hasta el 3,62%. Es cierto que este porcentaje es todavía el triple del que el sector presentó durante la pasada década de tipos al 0%. Periodo en el que el margen de las hipotecas era de solo el 1,09%.
Pero supone una mala noticia para las entidades que ahora se verán obligadas a compensar la actual erosión de la rentabilidad de las hipotecas con más volumen. Pese a ello, la banca aún es optimista y considera que con las hipotecas más baratas habrá más demanda. Aunque esto también supone un incentivo para que el sector azuce aún más la contienda para disputarse el negocio erosionando aún más el margen. La banca, en definitiva, se enfrenta a un escenario complejo en uno de sus negocios calve, lo que puede pasar factura a sus cifras al final de año. En este contexto, la persistencia del impuesto temporal al sector se antoja aún más injustificable.