
La posible absorción del Sabadell por parte de BBVA viene generando durante estos meses un debate en torno a la competencia en los servicios bancarios, con alguna que otra arista todavía no demasiado clara.
La principal razón que esgrimen sus protagonistas para poner en marcha esta operación se encuentra en conseguir armar un nuevo gigante bancario que se convierta en una de las mayores entidades financieras en Europa, con activos por encima del billón de euros y más de cien millones de clientes a nivel mundial. Pero a estas alturas la operación no parece estar en línea con el objetivo europeo de crear un mercado financiero unificado donde florezcan bancos con vocación transfronteriza.
Conseguir alumbrar un sector financiero mucho más fuerte en el Viejo Continente no pasa porque los bancos tradicionales crezcan en sus propios mercados, sino porque empiecen a competir realmente a nivel europeo. Algo que por el momento no están consiguiendo.
Desde una perspectiva global, es cierto que Europa cuenta con un mayor número de grandes entidades que, por ejemplo, Estados Unidos. En la lista de las cincuenta mayores corporaciones financieras del mundo por activos, constan 17 bancos europeos (13 del ámbito de la Unión Europea y cuatro británicos) por tan solo cuatro estadounidenses. Pero estos últimos han demostrado ser mucho mayores en escala precisamente por ser capaces de competir en todo el territorio del país norteamericano.
Clientes en sitios tan alejados como Nueva York y California encuentran hoy un sinfín de opciones para abrir una cuenta con entidades financieras que están presentes en ambos territorios. Aunque en nuestro imaginario Estados Unidos es un país, la dimensión de su mercado bancario (que incluye regulaciones diferenciadas en cada estado federado) es equivalente a la de un continente. Podemos afirmar, por tanto, que los bancos norteamericanos tienen capacidad de competir a nivel continental e incluso, como en los casos de JPMorgan o Citi, a nivel global. Esto no pasa en Europa, donde los bancos solo tienen una penetración relevante en un único estado europeo y, aquellos pocos bancos que compiten también a nivel global, lo hacen en otros continentes, como Latinoamérica en el caso de algunos bancos españoles.
Ahora mismo, esta dinámica competitiva europea solo se empieza a vislumbrar entre los últimos en llegar, los neobancos. Son ahora mismo los que más facilidad muestran para la expansión entre países porque operan de forma digital y porque entienden las necesidades del cliente de forma transfronteriza. Con un tamaño lógicamente mucho menor, han comprendido realmente que una pyme en España tiene las mismas necesidades que una pyme en Francia o Alemania. Por eso son capaces de competir a nivel global ganando cuota de mercado en distintas geografías europeas.
Conviene recordar que, en el caso de España, el hecho de que Sabadell y BBVA tengan un gran peso específico en el segmento de la pequeña y mediana empresa representa un riesgo importante. La concentración en territorios como Cataluña, por ejemplo, no favorecería la competencia ni las nuevas oportunidades para un cliente que demanda opciones bancarias ajustadas a sus necesidades. No debemos perder de vista que dicha concentración a nivel país generaría un mayor riesgo de acceso a la financiación, particularmente, para nuestro tejido empresarial.
A mi entender es positivo y necesario que los bancos europeos ganen en fortaleza y concentración, pero para que esto no suponga un fallo de competencia, estas entidades deberían ser capaces de extender su presencia en los diferentes países de la Unión. Si solo contamos con un banco fuerte en España, otro en Francia y otro en Alemania acabaremos restringiendo la batalla por el cliente a un ámbito mucho menor, puesto que cada uno se sentirá cómodo en sus respectivos mercados. Y la oferta, por tanto, se verá comprometida. Por eso creo que la CNMC llegará a esa misma conclusión cuando complete el análisis de la operación BBVA-Sabadell, aunque la máxima responsable de la institución haya declarado recientemente que reducir el número de bancos en España no implicaría menos competencia.
De nada sirve argumentar que necesitamos una banca más fuerte si estas entidades siguen estando encorsetadas a un ámbito regional. Europa tiene un marco regulatorio común a nivel financiero pero, a día de hoy, ¿Es realmente un mercado financiero común y competitivo? Yo creo que no.